«Si una persona que sufre quiere morir, hay que respetarlo»

A. Benito
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Integrante del Consejo Asesor del Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales, el psiquiatra palentino José Luis Pedreira defiende la necesidad de sacar adelante la Ley de Eutanasia, que describe como «garantista, consistente y rigurosa»

«Compasión no es lo mismo que comprensión» - Foto: JUAN LAZARO

Palentino de nacimiento, José Luis Pedreira Massa estudió Medicina en la Universidad de Salamanca. Doctorado en la única cátedra de Psiquiatría Infantil del Estado español con la calificación cum laude, completó su residencia en La Paz. También fue jefe de sección y responsable de la Unidad de Hospitalización en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. Posteriormente, participó en la reforma psiquiátrica de Asturias, abriendo varias unidades de salud mental infantil y juvenil. En su extenso currículum destaca la apertura de cinco hospitales de día en esta última región, Guadalajara  y Madrid, así como haber sido director provincial del Insalud,  supervisor de los equipos de Salud Mental Infanto-Juvenil de la Comunidad de Canarias y profesor en las universidades de Oviedo, Alcalá de Henares y Autónoma de Madrid. Actualmente, además de estar vinculado a la UNED y a la Clínica La Luz, es vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales.

¿Cómo entró a formar parte de este último organismo?

Me llamó la ministra María Luisa Carcedo. Para mí fue una alegría muy grande. La conocía de Asturias. Por aquel entonces, ella llevaba la parte de salud pública y yo la de salud mental, así que, como quien dice, nos conocimos a pie de obra. Allí también coincidí con el actual secretario general de Sanidad, Faustino Blanco. El Consejo Asesor está integrado por una serie de personas con unos currículos de impresión, por eso recibí la oferta con alegría y mucho orgullo. 

«Compasión no es lo mismo que comprensión»«Compasión no es lo mismo que comprensión» - Foto: JUAN LAZAROHáblenos acerca del proyecto de ley para regular la eutanasia

Se trata de una situación antigua que ha generado mucho debate y mucha controversia dentro del Partido Socialista. Se empezó a estudiar de una manera más profunda, detallada y detenida cuando la Comunidad de Madrid montó toda aquella historia en contra del doctor Luis Montes (en 2005 la Consejería de Sanidad madrileña le llevó a los tribunales a raíz de dos denuncias falsas que aseguraban que había aplicado la eutanasia a 400 enfermos terminales en el Hospital Severo Ochoa, donde era coordinador del Servicio de Urgencias). En la legislatura anterior, el grupo decidió lanzar una propuesta que defendió el portavoz de Sanidad, Jesús María Fernández, una persona muy rigurosa y muy seria. Para redactarla, recurrió a muchas fuentes de información: médicos de cuidados paliativos, oncólogos, gente que estaba en la bioética, asociaciones de enfermos y pensadores libres. Se hizo un anteproyecto de ley que se aprobó en el Congreso, pero que no se debatió por la negativa de la mesa, que entonces estaba tomada por la derecha. Esta se dedicó a dilatar el proceso y hacer filibusterismo con el tema. 

Por lo tanto, era un tema pendiente que el nuevo Gobierno ha retomado casi nada más llegar y cuyo debate ha sido aprobado con más de doscientos votos. Se trata de una ley tremendamente garantista, muy jurídica, muy concreta -tiene solo 22 artículos- y con un preámbulo extraordinario.

«Compasión no es lo mismo que comprensión»«Compasión no es lo mismo que comprensión» - Foto: JUAN LAZAROEfectivamente, en un artículo publicado recientemente dice usted que se trata de un proyecto «muy pensado, incluso excesivamente exigente y puntilloso»

Cada vez que se aborda una legislación que aumenta las libertades individuales de los ciudadanos, la derecha española lleva el asunto al Constitucional. Somos conscientes de ello y, por eso, se hizo una redacción de la propuesta tremendamente garantista, tanto hacia las personas que pudieran ser subsidiarias de eutanasia, como hacia los profesionales y hacia la institución, de tal suerte que incluso puede parecer demasiado puntillosa. Esto es lo que le da consistencia y rigor a la ley.

Según ese anteproyecto de ley, ¿en qué supuestos estaría justificada la eutanasia?

Esta ley tiene algunas cosas importantes. En primer lugar, la petición tiene que ser de la propia persona, es decir, no la pueden hacer ni los servicios sanitarios, ni los médicos, ni la administración. ¿Qué personas son subsidiarias de solicitar eutanasia? Únicamente aquellas que tengan un diagnóstico casi final, que estén inmersas en un proceso involutivo y degenerativo, o uno en el cual ya no exista tratamiento. Esta opción es para las personas cuyo padecimiento no puede resolver la medicina científico-técnica y para las que los cuidados paliativos son insuficientes. 

¿Y en el caso de que la propia persona no esté en condiciones de solicitar la eutanasia?

En ese caso no se podría practicar. Tiene que ser individual. ¿Cuándo podría ser excepcionalmente? Si tiene hecho el testamento vital. 

En alguna ocasión ha manifestado que un Estado responsable no puede permanecer impasible ante las demandas de sus ciudadanos. Este es un tema del que se viene hablando desde hace mucho tiempo. ¿Cree usted que la sociedad va por delante de los políticos en este asunto?

Hay que tener en cuenta que, tanto las personas, como los familiares, como las asociaciones de pacientes, vienen solicitando esto desde hace más de veinte años, pero sobre todo, y lo que es más importante, antes había un 30 o 40 por ciento de personas que eran favorables a la eutanasia, y en las últimas encuestas, el porcentaje está creciendo sistemáticamente, de tal forma que hoy en día la cifra se sitúa en torno al 70 u 80 por ciento. 

Frente a la eutanasia, algunos colegas suyos de profesión defienden un mayor desarrollo de los cuidados paliativos 

Los cuidados paliativos tienen su límite y la eutanasia es la opción para cuando estos fracasan. Paliativos es paliar, paliar es disminuir, pero no eliminar ni solucionar. Por decirlo de alguna forma, el cuidado paliativo continúa la vida latente, mientras que la eutanasia lo soluciona. Si yo me quiero morir, me quiero morir, no quiero que me mantengan como un vegetal. Eso es lo que tenemos que tener claro. 

Desde su punto de vista, una cosa es la compasión y otra muy distinta la comprensión

Esa cuestión es muy importante. Hay que acercarse a la persona que sufre del lado del sufrimiento. Eso significa comprender y para comprender hay que tener empatía. La compasión o la conmiseración es otra cosa que tiene una visión más trascendental o creencial, nada tiene que ver con la situación científico-técnica y comprensiva de ese proceso de sufrimiento. Si una persona de verdad quiere morirse, creo que hay que tratar de entenderlo, siempre y cuando sea a consecuencia de una enfermedad degenerativa, involutiva o que no tiene ningún tratamiento.

Regular el derecho a morir con dignidad no obliga a quienes no están de acuerdo con esta filosofía a practicar la eutanasia

Insisto, es una cuestión de derechos individuales y subjetivos. Desde mi punto de vista, comprensión más empatía es lo único que puede facilitar el acercamiento a una persona cuyo sufrimiento, en un momento determinado, le lleva a decir: hasta aquí hemos llegado. 

La ley que se propone no es un suicidio asistido, como quieren malvender algunos. El suicidio asistido existe en Suiza, donde un señor que vino de Australia, que tenía 103 años y era Premio Nobel de Física, dijo: ya estoy cansado; pagó 12.000 francos suizos y le aplicaron una inyección. Eso es un suicidio asistido, porque no sufría ningún proceso degenerativo o involutivo que justificara su deseo de morir.

Sin embargo, el derecho a la eutanasia es para quienes no pueden más con el sufrimiento físico y psíquico de su enfermedad o para las personas que saben que van a morir en un determinado período de tiempo. También hay muchas situaciones en las que se genera una dependencia familiar importante. En definitiva, se trata de morir tranquilamente y de disminuir los sufrimientos de todos, no de obligar a nadie, tampoco a los médicos.

De hecho, la ley también contempla la objeción de conciencia

Efectivamente, esta ley pone en marcha la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios que no quieran practicar la eutanasia. La idea es que este derecho entre a formar parte de la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud. Se desarrolle en un centro sanitario o en el domicilio del paciente, puede haber profesionales que no estén dispuestos a hacerlo por cuestiones éticas o creenciales y eso hay que respetarlo. 

Sin embargo, la experiencia nos dice que, en algunas ocasiones, la objeción de conciencia no se ha utilizado correctamente. Por ejemplo, en el caso del aborto había gente que se declaraba objetora en el sistema público, pero no en su clínica privada. Para evitar estas cuestiones la ley contempla un mecanismo de control y regulación: el registro de objetores.

Con respecto a la administración de la eutanasia, ¿cómo sería según la nueva ley? ¿podría aplicársela el propio paciente?

Lo normal es que la administre el médico, sea en casa del paciente o en un centro sanitario. De todas formas, lo que me parece más importante es el procedimiento. Primero, tiene que haber un diagnóstico. En segundo lugar, la persona tiene que expresar a su médico el deseo de morir. A partir de ahí, el médico de cabecera solicita una segunda opinión a un especialista en la enfermedad del paciente. Este último emite un informe sobre si es cierto o no que la persona pueda entrar en una fase terminal y que no hay tratamiento efectivo para el mal. Con esos dos informes, el caso va a una comisión de la Comunidad Autónoma, que es quien da el plácet. Es entonces cuando se pone en marcha el acto eutanásico. Como se puede ver, están tremendamente controlados y calibrados, tanto los diagnósticos como los pronósticos, por lo tanto no hay que tener miedo alguno a todas estas cosas. 

Tiene usted muy clara su postura a favor de la eutanasia, pero ¿puede entender los argumentos de quienes están en contra?

A mi modo de ver, la inhumanidad de la gente es muy diversa y se manifiesta de maneras muy diferentes. Lo que deberíamos tener todos claro es que estamos hablando de asuntos científico-técnicos, no de las creencias de cada uno. Para mí hay muchos argumentos que son más bien ocurrencias. 

Por otro lado, todos estos que ahora se oponen a la eutanasia, también se opusieron al divorcio, pero luego se divorciaron; se opusieron al aborto, y sus hijos e hijas abortaron; se opusieron al matrimonio igualitario y utilizaron el matrimonio igualitario. Pero lo que es más importante, esta gente que tanto se opone a la eutanasia, luego son los más partidarios de la pena de muerte. 

Uno de los casos más sonados últimamente ha sido el de María José Carrasco, pero en la memoria colectiva de los españoles está también Ramón Sampedro. ¿Qué papel cree que han jugado en la visibilización de este tema?

María José Carrasco tenía ELA y estaba en fase terminal después de 18 o 20 años de sufrimiento. Para mí, lo que hizo su marido fue cumplir lo que decía su mujer y, además, con una gran ternura, empatía y cariño hacia ella. En mi opinión manifestó una situación de respeto absoluto hacia su decisión. Tanto su ejemplo, como los de José Luis Sampedro o Maribel Tellaetxe, que consiguió recoger 10.000 firmas para que se acelerara el debate sobre la Ley de Eutanasia, han quedado escritos en la piel de la gente y de los políticos, que, por cierto, están ahí para solucionar problemas, no para crearlos. 

En la actualidad, solo seis países han decidido abordar legalmente esta cuestión. ¿Cree usted que España se convertirá en el séptimo?

Creo, deseo y espero que así sea y que la Ley de Eutanasia salga adelante cuanto antes.