Editorial

Cooperación internacional para frenar la pandemia del coronavirus

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Antes de que bautizaran como Covid-19, cuando parecía una amenaza tan lejana casi como exótica. El mundo confiaba en que el gigante chino pudiera contenerlo dentro de sus fronteras, nadie pensaba en una pandemia. Dos meses después, la extensión a un buen número de países y el creciente aumento de los contagios y de los fallecimientos, ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a plantearse esa posibilidad, aunque sea potencialmente, y a avisar de la necesidad de prepararse en firme para contenerla y de sumar esfuerzos internacionales para acabar con ella. Esto último es francamente difícil en una sociedad global que favorecen la movilidad. Es casi como poner puertas al monte.

La solución pasaría por el cierre de fronteras -como ya han hecho algunos estados-, pero esto conlleva riesgos y, además, no garantiza al cien por cien quedar libres de la entrada del coronavirus, puesto que es de larga incubación y quien esté infectado y aún no haya presentado síntomas, podría hacerlo días después del hipotético cierre fronterizo. Tampoco se puede mantener indefinidamente a los viajeros en su país de destino, ni cortar de raíz las relaciones comerciales y las entradas o salidas de productos, sobre todo si son de primera necesidad. Otra de las medidas, de aplicación en todos los casos positivos, es la de someter a cuarentena al enfermo en cuestión y a las personas que hayan mantenido contacto con él, pero cabe preguntarse hasta qué punto puede controlarse ese círculo de riesgo. Es relativamente fácil en el caso de la familia, los compañeros de oficina o los pasajeros que viajaban en el mismo avión, pero si ha pasado por un centro sanitario, por un local de ocio o trabaja en un colegio, la cosa se complica al aumentar exponencialmente el ámbito de contagio.

El aislamiento, impuesto ya en varias regiones de China o de Italia, es un evidente muro de contención, pero como sucede con el cierre de fronteras no puede mantenerse indefinidamente ni es garantía absoluta por los largos tiempos de incubación. No hay una medida plenamente certera o definitiva, no existe la panacea frente al Covid-19, como no la hay frente a la gripe estacional. No se dispone aún de una vacuna que reduzca el impacto, así que todos los países deben cooperar, nadie se puede cruzarse de brazos. Tampoco España, donde las últimas noticias hablan de al menos tres personas infectadas y de posibles casos en fase de investigación. Está bien que se subraye la «excelente coordinación» con las autoridades sanitarias de todas las comunidades y que se pida calma a la población, pero hay que establecer nuevos protocolos y medidas preventivas, sin alarmas innecesarias, para atajar los focos y frenar cualquier avance epidémico.