Una invitación al románico y la Montaña

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La Diputación pretende convertir esta ruta en un referente a nivel nacional y un "escaparate" para mostrar los recursos históricos, artísticos y naturales

El organismo Palencia Turismo, dependiente de la Diputación Provincial, invitó al visitante a adentrarse en el románico y la Montaña Palentina, “una buena opción para disfrutar de la belleza natural y algunos de sus recursos turísticos más valiosos de Palencia”, según informó en un comunicado.

La ruta comienza allí donde las piezas de arte románico “se mimetizan con el paisaje y crean auténticas postales para el recuerdo”. Desde etapas a pie o en bicicleta a hacerlas con el coche, en territorios en los que en la Edad Media los canteros se abrían paso por montañas cántabras hacia una Meseta Castellana aún sin explotar.

El camino arrancaría, explicó la institución provincial, en la pedanía de Vallespinoso de Aguilar. Encaramada sobre unas peñas y bajo un manantial se halla la ermita de Santa Cecilia, cuyos mayores conocedores dicen de ella que es una “bella sorpresa para almas sensibles”.

Este pequeño templo románico de finales del siglo XII es uno de los baluartes de este estilo arquitectónico palentino tanto, que allá por los años 50 ya fue declarado Monumento Histórico Artístico de Carácter Nacional. No es solo su equilibrio arquitectónico o el magnífico paisaje que lo acompaña, sino también los relieves de su puerta, del arco triunfal y de las arquerías del presbiterio lo que le han llevado a ser tan agasajado.

A pocos kilómetros en dirección norte, se llega a Barrio de Santa María, donde la ermita de Santa Eulalia se alza retrepada a un pequeño altozano y las vistas se tornan como un fotograma inolvidable. Con una exquisita realización y cuidadas proporciones, este reducido templo tiene un perfecto estado de conservación. El paso del tiempo no ha hecho mella en el tallado de sus capiteles, que a pesar de su sencilla hechura evocan ya al estilo del claustro de San Andrés del Arroyo, de Santibáñez de Ecla.

Merece la pena desviarse varios kilómetros hacia el norte, relata la Diputación, para poder disfrutar de un “auténtico placer” para los sentidos, la localidad de San Salvador de Cantamuda. Su “colegiata” es una auténtica joya del románico por su armonía entre lo bello y lo robusto. Su espadaña cargada de campanas completa una estampa de montañas y verdes prados totalmente idílica.

El recorrido se adentraría entonces hacia Villanueva de la Torre, donde espera un templo que destaca por su extraordinaria ventana del ábside y los soberbios capiteles del arco triunfal. Las escenas bíblicas llegan a tal detallismo en su labra que parece que pueden cobrar vida en cualquier momento.

Lo mismo ocurre en el templo de San Cornelio y San Cipriano, de Revilla de Santullán, siguiente parada en el corazón de la comarca minera. Tiene una de las portadas más bellas del románico, en la que se puede ver con todo lujo de detalles la Última Cena tallada en piedra. A pesar de esto, su modesta forma no hace sospechar del auténtico tesoro que oculta detrás de sus muros. Si son excepcionales las obras firmadas en el románico, no lo son mucho menos aquellas en las que su autor aparece retratado. Pues esto ocurre en Revilla de Santullán.

Tras esta visita el camino comienza un descenso por la comarca. Cillamayor será la siguiente parada, donde se observa un grueso edificio puramente románico, que cuenta con un eslabón arquitectónico en el muro norte que se resiste a ser identificado. Es imprescindible no perderse su pila bautismal, de gran carga simbólica. Hace relativamente poco que esta pieza ha vuelto al lugar para el que se hizo, pero la inscripción 'Pedro de Cilla me fiz’ en uno de sus grabados hace pensar que no podía estar en un lugar mejor que en casa.

La próxima parada es Villavega de Aguilar y la Iglesia de San Juan Bautista (s.XII), donde el silencio y el canto de los pájaros dirigen hacia un templo que aún conserva su estructura de fábrica románica a pesar del paso de los años. El siguiente hito románico se encuentra en Matalbaniega, donde su parroquia, San Martín Obispo, se alza sobre un cerro que deja ver a lo lejos la maravillosa estampa de la Montaña Palentina.

Si algo destaca de esta joya del románico es, sin duda, su conjunto de capiteles y canecillos, que la sitúan entre los siglos XII y XIII. Seres fantásticos, motivos geométricos, antropomorfos o incluso eróticos, decoran ventanas, capiteles y cornisas. Y se llega al campamento base de esta aventura por los bellos paisajes de la provincia, Aguilar de Campoo. Parada imprescindible para aquellos que pretenden bucear en el arte románico, esta localidad acoge en su antiguo Monasterio de Santa María la Real el Centro de Estudios del Románico.

Asentada en la ladera sureste del castillo se encuentra la iglesia de Santa Cecilia. Esta encantadora ermita se convierte en una de las más elegantes y excepcionales de la provincia ya que sustituye la tradicional espadaña por una monumental torre del siglo XII. Si hay algo que deja con la boca abierta a sus visitantes es la riqueza iconográfica de sus capiteles, entre los que destaca la minuciosidad de ‘La matanza de los inocentes’.

Todo esto ha convertido a una antigua ciudad industrial dedicada a la galleta en el epicentro cultural de lo que se conoce como ‘País Románico’ y que en 2018 se convierte en visita obligada gracias a Las Edades del Hombre ‘Mons Dei’.