Eskerrik Asko, Urko

Alberto Moreno
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Urko Otegui se despide de Palencia con un emotivo adiós

Eskerrik Asko, Urko - Foto: Óscar Navarro

Todos nos resistimos a creerlo, pero es ley de vida. Todo tiene un principio, pero también un final. Urko no es eterno, es Otegui y se nos va.

Llegó a Palencia siendo un pipiolo, un gazte vasco de 19 años cedido por el desaparecido Fórum de Valladolid a un CDMaristas que iniciaba su aventura en la Liga EBA. El club colegial y el pívot guipuzcoano iniciaron sus carreras profesionales juntos. 19 años después, entre lágrimas, el gran capitán dijo adiós, agur, tras nueve años vistiendo su camiseta, los últimos siete en Leb Oro, 309  partidos, coincidiendo con la época de oro del ahora Chocolates Trapa, del esplendor del baloncesto palentino. 

El corazón le pedía quedarse un año más. En Palencia encontró su segundo hogar (más bien el tercero, tras su San Sebastián natal y Menorca, la tierra de su mujer en la que se van a asentar), su nivel de juego volvió a ser altísimo, era el alma del Palencia Baloncesto.

Sin embargo, le pudo más la cabeza, pensó más en su familia que en su beneficio propio. El año pasado ya le costó renovar tras la oferta del nuevo Menorca de Leb Plata. Allí, en Las Baleares, está su futuro, allí le espera el mar al que ama. Tarde o temprano el Mediterráneo le iba a llamar para quedarse y fue este año.

Urko Otegui vino a Palencia en silencio y así se quería ir en su despedida, pero no lo consiguió. Cierto es que su adiós no fue con un pabellón lleno, con casi cinco mil espectadores, sino con cerca de doscientos, pero fue igual o más de emotivo. Homenaje sencillo, pero sincero y grande, muy grande. Urko no se merecía otra cosa. Es, y seguirá siendo, el emblema de este equipo, el hombre que representa su espíritu, el escudo. De puertas para fuera, para el que no lo conozca, puede parecer un hombre seco, duro, rudo, impenetrable, pero nada más lejos de la realidad. Es un gigante sencillo, familiar y emotivo. Nunca salieron de un hombretón vasco de 204 centímetros de estatura tantas lágrimas. Urko no pudo ser capaz de poder leer sin interrupciones la nota de agradecimiento que traía escrita. Se desarmó cuando empezó a entonar las palabras gracias y amistad. Sólo los aplausos espontáneos de los asistentes (era una rueda de prensa de despedida, pero con público) pudieron hacer posible que siguiera con su emocionante discurso. 

«Ha sido una decisión difícil, pero el momento tenía que llegar. Hemos conseguido juntos importantes triunfos, pero el club seguirá trabajando para llegar a lo más alto», así comenzaba su alocución sentado delante de una enorme pancarta con el slogan Gracias, Urko y junto a los trofeos que alcanzó en Palencia, dos títulos coperos y uno liguero en la Leb Oro.

A partir de ese momento, cuando recordaba los momentos y los grandes amigos que deja en Palencia sus palabras se ahogaron entre las lágrimas, prácticamente ininteligibles, aunque sí su frase final que tantas veces escuchó desde la grada: «Vamos mi Palencia, vamos campeón». Los aplausos se prolongaron durante más dedos minutos. 

 

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