Al son del medievo

A. Benito
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Defensor del medio rural y de la música tradicional, Alberto Redondo construye instrumentos como los que se utilizaban en los siglos XII y XIII. Su pasión es también su actual oficio

Al son del medievo

Nació en Palencia en el año 1968, pero su familia se trasladó poco después a Valladolid. Allí fue donde surgió su interés por los instrumentos, primero como integrante de una rondalla y más tarde como miembro de un grupo de música folk. «Lo primero que construí fue un rabel a partir de una calabaza», explica el violero Alberto Redondo, que se afincó en la Montaña Palentina en 1990.


Desde entonces no ha dejado de cultivar una pasión que hoy en día es también su oficio. «Llegué a Velilla del Río Carrión para trabajar como monitor suplente en una Escuela Taller. En seguida pusimos en marcha una sección de trabajo en madera con la que empezamos a construir instrumentos», continúa este amante de la música medieval que en las maderas de arce, nogal, cerezo o abeto encuentra la materia prima con la que construir liras, violas, salterios, zanfonas, cítolas, guiternas y algún que otro organistrum.


Piezas únicas que antes eran adquiridas principalmente por coleccionistas o como objeto decorativo y que, cada vez más, compran los músicos que desean utilizar instrumentos similares a los de los siglos XII y XIII. En este sentido, la labor de Alberto Redondo pasa también por la investigación. «Hay que estudiar la iconografía de los códices y fijarse en los canecillos y arquivoltas que forman parte de los templos románicos», explica el violero. 


Pero, aproximadamente ¿cuánto tiempo lleva hacer un instrumento medieval? Tal y como explica Alberto, «todo depende de la pieza». Por lo general, los más sencillos requieren tres jornadas de trabajo y la construcción de otros puede llevar desde una semana hasta más de un mes. «En cualquier caso, lo más enriquecedor de este oficio es sentirte partícipe de un proceso artístico que deriva en un fenómeno tan bonito como es el de interpretar una pieza musical», manifiesta este vecino de Villanueva de la Torre, a la vez que reconoce que su trabajo le permite conocer a gente «muy inquieta e interesante».


Además de construir instrumentos, Alberto lleva años formando parte de diferentes grupos. «Empecé con Esgueva junto a otros críos recién salidos de la EGB. Después estuve en Labranza, Páramo, Trecho Pindio y Atropacantos. Y actualmente soy parte de Piripiri Folk, con el que Catarina Pires y yo divulgamos la música tradicional española y portuguesa», apunta. 


Con respecto a la situación en la que se encuentra este tipo de música, Alberto, que también da clases de interpretación de instrumentos medievales, reclama un mayor apoyo institucional. «No podemos volver a los usos de antaño, pero hay que tratar de conservar la belleza de esta manifestación artística», defiende.


Alberto Redondo es, además, un defensor a ultranza del medio rural, donde ha encontrado la oportunidad de alejarse del mundanal ruido y desarrollar el tipo de vida que le hace feliz. De hecho, poco después de llegar a Velilla del Río Carrión puso en marcha junto a otros socios la cooperativa Turismo, Artesanía y Ocio (TAO), desde la que se reconstruyó y gestionó el Albergue de Camporredondo, así como el ciclorrail y una casa rural en Vallespinoso de Cervera.


«La cooperativa funcionó hasta que la crisis acabó con la posibilidad de seguir adelante con el proyecto», indica el artesano, que en ese preciso momento comenzó a dedicarse en exclusiva a la construcción de instrumentos. «Hay cierto hándicap en vivir en Villanueva de la Torre cuando tienes este oficio, dado que no hay muchos potenciales clientes, pero, por suerte, hoy en día puedo promocionar mi trabajo a través de las redes», explica.


En este sentido, Redondo no cambia por nada el entorno privilegiado en el que vive y por eso sigue resistiendo a pesar de la creciente falta de servicios. «Vine en busca de un paraíso perdido que viví de pequeño en La Pola de Gordón (León). Por supuesto, la cosa bucólica  se va atenuando con el tiempo, pero la ciudad sigue resultándome agobiante y deshumanizante», asegura mientras reconoce la preocupación que siente «cuando se cierra una escuela, un pueblo se queda sin guardias médicas, dejan de venderse billetes en una determinada estación o uno se da cuenta de que tiene el hospital a más de 100 kilómetros de distancia».


No obstante, Redondo resite y seguirá luchando para evitar la desaparición de los pueblos «y que estos se conviertan en meros parques temáticos para el turismo». Por eso, aprovecha la ocasión para hacer un llamamiento a las instituciones y reclamar ante ellas «medidas que promuevan la reapertura de viviendas de la mano de personas que realmente estén dispuestas a vivir en el medio rural».


Las personas interesadas en saber más acerca de su trabajo, pueden consultar la página de Facebook Más que rabeles o contactar con él a través del correo electrónico alberto.trecho@gmail.com. 

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