Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Allá, en Pekín, los problemas de casa se ven muy pequeños

31/03/2023

Vaya por delante que nunca criticaré los viajes al exterior del jefe de mi Gobierno, y menos si tienen las características del actual a Pekín. Siempre he dicho que, entre la parcela de aciertos del Ejecutivo de Pedro Sánchez, se encuentra el haber logrado que la política exterior española cuente mucho más que en tiempos de sus predecesores, quizá, y pese a Irak, Aznar excluido. No entiendo a quienes tratan de minimizar este encuentro, el primero de una ronda de mandatarios europeos, de Sánchez con Xi Jinping, sin duda el personaje más influyente ahora, para bien o para mal, en el concierto mundial. Pero...
Pero creo que a Sánchez, embarcado en una actividad diplomática frenética, le está ocurriendo lo que a otros tantos presidentes, primeros ministros y políticos destacados: encuentran mucho más gratificante el boato exterior, con sus alfombras rojas y soldados formados en su honor, que estas miserias interiores, que hacen que prácticamente no pueda salir a la calle sin recibir algún abucheo.
Quiero llegar a admitir que el inquilino de La Moncloa tiene un verdadero interés en transformar para mejor nuestras vidas, desde lo referente a las pensiones, cuya reforma ha logrado sacar adelante este jueves sin demasiados problemas, hasta la estructura de la familia -desaparecen las 'familias numerosas'--, pasando por la vivienda o el trabajo hasta las relaciones sexuales. Lejos de mí decir que todo esto se hace globalmente mal: hay claroscuros evidentes en cómo se abordan cada una de las cuestiones citadas y otras muchas que sería prolijo enumerar.
Sin embargo, echo de menos, como lo hace, por cierto, el Consejo de Estado, un poco más de sosiego y mucha mayor técnica jurídica a la hora de fabricar las nuevas legislaciones que influirán sobre nuestro presente, sobre nuestro futuro y tal vez sobre el de nuestros hijos.
Sin duda se equivoca el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijoo, cuando se lanza a proclamar su intención de derogar, cuando gane en las urnas, casi todo lo actuado por el Ejecutivo de socialistas y podemitas en sus ya va para cinco años de mandato y de ocupación del poder. Sigo pensando que algo estaremos haciendo bien entre todos --entre todos-- cuando España permanece exenta, por ahora, de manifestaciones 'indignadas' como en Francia, Gran Bretaña o, últimamente, Alemania.
Pero no se equivoca Feijoo cuando se queja de no ser suficientemente consultado sobre cuestiones que son esenciales en la gobernación de un país: el reparto de los fondos europeos, la política exterior, la Justicia --ese tema daría para escribir toda una enciclopedia de los horrores-- o la educación, por ejemplo. Que el jefe del Gobierno y el líder de la oposición no se vean cara a cara al menos una vez al mes, para, libres del usual espíritu de confrontación, debatir sobre los grandes y graves problemas que aquejan a nuestro país, es una anomalía democrática que no puede justificarse en el hecho de que estamos insertos en una precampaña electoral. Porque aquí siempre estamos, de una u otra manera, en campaña.
Puedo llegar a entender que, cuando te llama el presidente de China antes que a Macron, tiendas a menospreciar el alcance de un encuentro con el presidente del Partido Popular. Puedo entenderlo, pero no admitirlo. Sánchez, en su ambicioso plan de tocarlo todo, de abrir al tiempo todos los cajones de lo hasta ahora establecido, corre el riesgo de olvidar a media España, hacer añicos logros históricos de la transición, avances como el pacto de Toledo o, no digamos ya, aquel lejano pacto de La Moncloa. Hay que saber volar en el Falcon, pero también tomar los trenes de cercanías. Y, de esto último, Sánchez sabe poco.