Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Evitar el mal

14/12/2021

Rompemos vínculos, sin crear esperanza alguna de caminantes, tomando el pedestal de la soberbia como impulso, la ingratitud y la envidia como vitalidad; y, en realidad, todo esto nos enferma de desánimo, hasta dejarnos marchitos de dolor. La situación es bien clara, de agobio permanente y de necedad continua. Ciertamente, aumentan los muertos en vida, porque han dejado de ser algo digno, afectados por el grave virus de la indiferencia y la exclusión. ¡Cuánto mal podría ser evitado! El estigma social y la falta de cuidado entre semejantes continúan siendo los principales obstáculos, sobre todo en la búsqueda de asistencia para el germen de la desesperación, lo que pone de relieve la necesidad de campañas que nos conciencien en la escucha de la mente y en la sintonía entre similares. 
La intoxicación social es tan fuerte que además todo se confunde. La falsedad gobierna al mundo. Cada día son más las personas que no se aguantan ni ellas mismas. Así pues, vivir, que es un depender y un compartir como especie pensante, se ha convertido en un triste morar de piedra en piedra. No acertamos a labrar horizonte alguno, nos endiosamos antes. Por otra parte, somos incapaces de implantar una convivencia armónica y de hermanarnos, fallamos en los principios y valores, en la recta razón que ha de ser y en el deber responsable. Por si fuera poco, caminamos ausentes e individualistas, levantando barreras y sembrando veneno. 
Fruto de todo este aluvión de penurias son las múltiples contiendas que nos acorralan, ante el tremendo reinado de la malicia humana, que todo lo desequilibra, hasta el extremo que nuestra propio hábitat nos avisa continuamente del propio malestar de las hazañas humanas. Quizás tengamos que tomar otras vías más auténticas, como esas gentes que trabajan en los lugares más remotos y peligrosos para servir a las personas más vulnerables del mundo. Estaría bien que fuesen nuestro referente y supiéramos rodearnos de lenguajes más interiores que exteriores. Envolvernos de místicas que nos vivifiquen por dentro, después del esfuerzo de batallar con las cruces que nos lanzamos unos contra otros, puede ser una buena terapia. Sin duda, lo es.

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