Editorial

La inconsciencia de la población hace extremar las precauciones

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Las ciudades de Zaragoza y Huesca retrocedieron ayer a la fase 2 del desconfinamiento -aunque con medidas más flexibles-, después de que los contagios se disparasen en Aragón. El foco de Lleida suma cada día decenas de nuevos infectados por la covid-19 y Torra quiere esquivar el primer rechazo judicial para confinar de nuevo a la ciudadanía. Los rebrotes se suceden a lo largo y ancho del país y en el extranjero Italia regresa a niveles de infección de marzo. Un dato relevante es que la edad media de los afectados descendió y se sitúa entre los 30 y 40 años, mientras las aglomeraciones humanas se suceden, bien por celebraciones deportivas, o bien por las fiestas suspendidas oficialmente, pero no de facto -ahí está el ejemplo de Pamplona- en los municipios. Algunos tramos de edad que se creían que el coronavirus sólo atacaba a personas enfermas o de avanzada edad se sintieron inmunes y con licencia para volver a la vida anterior sin mayores miramientos.

Ahora, la realidad nos iguala y la inconsciencia de aquellos que veían al virus muy alejado de su entorno más cercano trae consigo los rebrotes antes de lo esperado por todos los expertos. Tanto es así que un joven que falleció en Estados Unidos tras acudir a una fiesta de contagio de la covid-19 aseguró poco antes de morir que pensaba que «el coronavirus era una invención».

La superación del primer brote de la pandemia era la victoria de una batalla y todos los especialistas alertaban sobre la importancia de continuar con las medidas preventivas de distanciamiento social, uso de las mascarillas e higiene constante, sobre todo de las manos. Hoy los peores augurios se confirman y tienen sumida en un estado de incertidumbre a la mayor parte de la población, que ve cómo las estadísticas de casos y fallecidos vuelven a aumentar según avanzan los días.

Un nuevo confinamiento nacional se da prácticamente por descartado, ya que supondría la debacle económica para cientos de miles de familias, pero muchos municipios volverán a situaciones de las fases del desconfinamiento, como sucede Aragón y Cataluña, con lo que se demostrará que la guerra aún no había terminado y que los ciudadanos no podemos celebrar una victoria inicial, porque el virus acecha en los lugares más insospechados y puede provocar el caos para vencer al ser humano. 

Por esta razón hay que extremar las precauciones más que nunca y sacrificar esos placeres terrenales propios de esta época del año para poder disfrutar de ellos el resto de veranos de nuestras vidas. Las autoridades también deben hacer visibles las consecuencias del coronavirus y no caer en el buenismo, porque, como dice el refrán: «Ojos que no ven, corazón que no siente». Pero el virus sigue aquí.