Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Castilla

15/04/2023

Tierra que nos acoge en sus campos de historia, en sus gentes y verdades de siempre. Castilla de serenidad, de pan candeal, de tópicos mal interpretados. Pagos de cereal, de imperios por crear y rincones por descubrir. De vecinos entregados, de poetas insignes, de construcciones para la defensa y la batalla. De granero y riachuelo, de churras y merinas, de lanas por hilar y ruecas por rodar. De azadón y doblar el lomo; de darlo todo a cambio de casi nada. De tiempos que terminaron por hacer grandes a otros y cuyos restos fueron las migajas que las periféricas desecharon. Castilla, casi rural, pero también urbana en sus ciudades señoriales. De aleros cargados de vuelos milenarios y recuerdos añejos que se tapaban en vasija y pez. De palomares que trufaron la mesa y manteles que también ondearon al son de unas cucharas que buscaban vaivén y ritmo. De mujeres, madres y abuelas, que lo dieron todo y fueron ejemplo de templanza y de cuentas ajustadas al céntimo. De madrugones y mirar al cielo eterno, entrelazando barbecho y horizonte en una imagen agrupada e indivisible. De romerías y mantas, de yemas y rosquilla. De vuelta de tuerca y exigencias por cumplimentar. Castilla, con demandas sin juicio y con mucha moral para afrontar un futuro que se hace retahíla digital sin brecha ni descalabro. Nuestra cuna, de palabras que son lo que dicen ser, sin artificios, directas al corazón para definirte para siempre. Objetiva, sustantiva, didáctica, disputada por tantos para nada, pero que nos quiten lo bailado. A lo ligero y a lo pesado, sobre todo, ya, por lo último. Ansiosos por seguir aquí, recordando que en breve tendremos una fiesta por recordar y una campa por llenar. Con un calendario que no quiere marcarse en rojo, pero hay cosas que no se pueden ahogar por mucho que se apriete. Sobran los motivos y los cuentos justificantes. Aquí se trata de caminar, poniendo las cosas en su sitio, aunque sea por valor simbólico. Y nada mejor que hacerlo sonriendo, charlando, cantando y pidiendo, como si fuéramos el santo que procesiona para traer el agua que riegue nuestras vidas. Es un día, nada más, antesala de una entidad que debiera ser notoria, sin connotaciones de ningún tipo. No se busca otro afán que el sosiego. Va.