César Merino

César Merino


Posverdad

16/11/2020

Puede que algunas de las cosas que nos ocurren tengan que ver, simplemente, con el hecho de no haber vivido suficiente, de no habernos enfrentado a retos que nos hicieran crecer, de disfrutar de un bienestar que otros han conseguido para nosotros. Basta que cada uno traiga a su memoria las vidas de sus padres, de sus abuelos, y reconocerá que tiene hacia ellos una deuda de gratitud.
Este patrimonio se consume y, mientras lo apuramos, una inquietante desesperanza aflora cuando pensamos en el futuro. En el altar de la omnipresente tolerancia vamos abandonando los antiguos principios naturales y algunas de las más bellas conquistas, las que tejen nuestras vidas con el hilo de la verdad. 
Nada nos provoca tanto espanto como pasar por intolerantes, lo que revela en qué medida se han difuminado en nuestras conciencias los perfiles entre el bien y el mal de nuestras acciones.
Una teoría expuesta a finales del siglo pasado y, popularizada con el nombre de su autor, la ventana de Overton, explica que el éxito de las políticas públicas que se quieran desarrollar en una sociedad concreta, exige que se desenvuelvan dentro de un marco en el que sean vistas como aceptables por una mayoría. Ahora bien, esa ventana puede moverse según determinados intereses, de manera que, por ejemplo, iniciativas impensables hasta hace unas fechas, pasen a ser asumidas por una parte importante de la población. Llevada al terreno de los derechos y libertades, nos hallamos ante un peligro de incalculable alcance. Piénsese en lo sucedido con el aborto, piénsese en los vientres de alquiler, en la eutanasia, piénsese en realidad en lo que se quiera, porque no podemos asegurar que cualquier propuesta, por aberrante que ahora nos parezca, no deje de serlo si nos mueven la ventana. Atentos pues a todas las estrategias de manipulación del lenguaje que buscan encubrir la realidad, a las ideas justificativas que muchos medios de comunicación y personajes conocidos van a propalar, a la victimización y al falso humanitarismo, a las encuestas favorables y testimonios supuestamente científicos que avalarán las reformas jurídicas y, por supuesto, cuenten con la estigmatización de todos aquellos que nos resistamos a pactar con los bárbaros.