Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


La cuadrilla

24/04/2021

Recorres las venas y fluyes tímida a golpe de decreto, de restricción. Dibujas apocadas sonrisas que escapan de soslayo por la adversidad.
Alza el vuelo, embriágame… resurge de entre el lodo evocando tiempos de celebración y de júbilo alrededor de la vianda y el brebaje. 
Vísteme con tus mejores galas de ímpetu y de coraje…hiéreme de vida al amor de la reunión.
Abrázame fuerte y méceme en tu regazo mirándome con los ojos de la ternura que vacuna protección. Apriétame fuerte y no me dejes caer. Coge mi mano, firme, refúgiame… y guíame por la senda del amparo. Imprégname de tus aromas, para mirar al frente con convicción… hazme fuerte… compañera, amiga, hermana…
Dónde confluyen los momentos de hermandad que hubieran cocinado a fuego lento nuestros días… si los fogones del alma tienen la llama apagada.
Fábulas sencillas de imaginar pero imposibles de sentir que ya son leyendas de confinamiento clamando libertad abocadas a la inexistencia… que ansían despertar, florecer, volver a pintar de color estos días grises de conversaciones acaparadas por un único veneno. Porque la cuadrilla ha de volver a engalanarse, de diario sin fiesta, para inundar de circunloquios las fachadas de nuestros bares y esculpir las muescas de las barras dibujando retazos de esperanza en la conversación..
Porque las cuadrillas han solucionado más entuertos en una tasca, con una caña en la mano y el codo apoyado, que los que debieran mirar por el bien común en el Congreso de los Diputados, que sólo ponen ojitos a sus sillones pisoteando sus principios para perpetuar el cargo, sin que les tiemble el pulso del alma ante la barbarie             cometida. 
Porque se habla del escote de la que pasa o del culazo de aquel buenorro. Y del trabajo, y de los churumbeles, y de fútbol, y de que he engordao… y de lo que se tercie. Y de las preocupaciones. Ellas y ellos… bueno, y ahora elles (manda huevos).
Porque sus chácharas y paliques tienen sustancia sabrosa, de la de comer con las manos, y sostienen nuestra sociedad sobre los hombros de sus rondas y avivan la llama del compadreo a golpe de invitación.
Vuelvo a ver cuadrillas, aunque tengan que consumir sentados contraviniendo años de status quo, con el billete ya soltao antes de pedir los vinos, más firmes que un cirio pascual. Vuelvo a ver cuadrillas. Y mi corazón sonríe.