Juan Manuel Pérez

ENTRE HOY Y MAÑANA

Juan Manuel Pérez

Periodista


¿Cuánto nos queda?

17/10/2020

Los que sobrevivimos en alguna capital de provincia de la comunidad estamos contando las horas que nos quedan antes de que nos vuelvan a confinar. Puede que mientras lee esta columna las autoridades nos arrebaten la poca libertad que nos queda, si no lo han hecho ya. León, Palencia y Salamanca ya están cercadas por las restricciones de movilidad y Burgos está en el alambre.

Todo lo que está pasando en esta segunda oleada de la pandemia es muy deprimente. No hay nada más triste que tener la libertad regulada por un boletín oficial y mirarlo a menudo para saber qué podemos hacer. Así llevamos ocho meses y ya se anuncian cenas navideñas con familias divididas y vísperas de Reyes sin cabalgatas.

Ya nadie recuerda el curso acelerado de autoayuda en el que se matricularon un buen número de españoles durante el primer confinamiento. Entonces todo eran risas y cánticos en ventanas y balcones; mensajes de Paulo Coelho y múltiples versiones del Resistiré del Dúo Dinámico. Entonces nos dijeron que íbamos a ser un gran país, no un país a la cola de Europa o un estado fallido, como dicen por ahí. Tampoco nos avisaron que íbamos a sufrir a una clase política empeñada en generar confusión entre la sociedad, con el único propósito de servir a sus inconfesables fines.

No sabemos aún cuánto nos queda. Ya no para que se descubra la vacuna o para que alcancemos la despectiva inmunidad de rebaño; necesitaríamos saber al menos si falta mucho para recuperar el sentido común. Para que lo recuperen los que están llevando las riendas; que se olviden de debates y polémicas que intoxican y enfangan el terreno de juego.

El iluminado de Salvador Illa nos ha anunciado que la Navidad no será normal, lo cual nos deja mucho más tranquilos al comprobar que el ministro de Sanidad es consciente de lo que ya sabíamos. Las Navidades ya las damos por perdidas, y entonces volveremos a caer en el desánimo al descubrir, una vez más, que todos nuestros sacrificios parecen baldíos por el nivel de incompetencia al que estamos llegando.