Antonio Álamo

Antonio Álamo


Herencia

29/04/2021

A principios de esta semana el Banco de España alertaba del legado económico que heredarán los jóvenes españoles. Lo hizo el lunes en la Universidad de Alcalá, a través de su director de Economía, y el panorama que ofreció es desolador, aunque quien desee disponer de una información directa y exhaustiva, puede descargar el documento que la institución pone a disposición pública en su página web. El título es suficientemente indicativo -alude a la crisis derivada del Covid-19 y a su impacto en el futuro de las generaciones jóvenes- y está construido mediante gráficos de diversa índole.
Con una campaña electoral en su recta final todo parece indicar que este asunto está listo para ser olvidado porque es obvio que las aguas volverán a su cauce y desbordamientos emocionales sobre el futuro de los que vienen detrás pasarán a engrosar las hemerotecas, de la misma forma que las riadas del pasado dejaban de interesar días después. La campaña de Madrid, salvo un milagro divino, ocupará una parte de los espacios informativos, quizá porque resulta más atractiva gracias a una visceralidad que se ha propiciado de manera deliberada, y quizá sea más fácil encontrar propaganda orientada a conseguir votos que una cierta preocupación por quienes se encargarán de gestionar este país dentro de unos años.
La generación que convivió con la desaparición del franquismo y la llegada de la democracia tuvo que enfrentarse a un profundo cambio político, económico y social, cuyas circunstancias son conocidas. Los estertores de aquel modelo autoritario y una crisis económica de carácter internacional marcaron toda una época y quienes lo gestionaron han desaparecido por razones de edad o se han jubilado.
Lo que hay ahora es un drama y las generaciones más jóvenes afrontan no un cambio político como aquel sino una crisis sanitaria y otra económica que prácticamente dejan su futuro en el aire. Y no solo eso: a ambos problemas debe añadirse un tercero porque también parece olvidarse que además pertenecen por edad a uno de los colectivos más perjudicados por la crisis financiera mundial del 2008. La generación que está en medio, entre la suya y la que ha desaparecido, debería pensar en la herencia que va a recibir la siguiente.