Toyi Marcos Sosa

Desde mi ventana

Toyi Marcos Sosa


De usar y tirar

27/09/2020

El otoño ha entrado en medio de una brutal incertidumbre. El bandidaje de guante blanco traza la ruta al unirse a un Gobierno que se apropia de todo, abusando de un poder sin límites que lo frenen, y la Justicia, en la que se quiere creer y seguir creyendo, alguien desvela que está «contaminada ideológicamente». Disociados de la vida real no estaría de más que los ciudadanos decidieran llenar las arterías de sus ciudades para exigir responsabilidades.
Una parte del Gobierno fue de visita y la otra, convocó a salir a las calles a sus huestes a las que arenga para que remen a sus órdenes. Saldrán o no, pero el vicepresidente que siempre tiene la última palabra intenta demostrar su poder con ardorosa soltura tal fuera el mismo presidente. Obsesionado con su república particular, para él, no hay otro asunto más prioritario aunque la gente se esté muriendo. Pero ni la muerte de miles de conciudadanos; ni ese otro gran problema de esta sociedad que es la vivienda, ni autónomos, ni Ertes, ni que los jóvenes puedan emanciparse, tener un proyecto vital de subsistencia, abordar el coste del alquiler de una casa, ni la carencia brutal de sanitarios, nada de eso le conmueve; su pensamiento que repite y fascina es: «En política todo puede cambiar. Objetivos que parecen imposibles se convierten en realidad a veces más rápido de lo que parece».
Y abolirán leyes, y crearan las que convengan. Sin defensa, el ciudadano normal debe vigilar. No para recuperar la libertad, sino para que no se la usurpen, pues es imposible saber qué parte de verdad hay en cada momento. Miles de españoles, vecinos de usar y tirar, no piden ir a restaurantes de zonas exclusivas. Tan solo piden comer, un techo bajo el que dormir, librarse del Covid y salir de los barrios marginados. 
Izquierdas o derechas solo ellos favorece. Los utilizados seguirán en el mismo barrio con sus inmensos problemas en tanto la desigualdad avanza sin saber a qué se dedican tantos ministerios plagados de amigos sin silla. Y entre tanta miseria, los SOS son ignorados y el cabreo va subiendo de tono hasta chirriar. 
La sanidad es un derecho y el trabajo también. O ¿ya no?