La formación intelectual, aporta al ser humano el bagaje necesario con el cual transitar por todos los recovecos de su existencia, desde su primer vagido, hasta el último estertor. Las personas humanas aun siendo grandes en sus oficios, deben seguir ampliando su formación específica al tiempo que la humanística, ello conlleva, el enriquecimiento de sí mismos, al tiempo que enriquecen a la sociedad de la que forman parte, por tal razón, las vastas fronteras del saber modifican conductas, atemperan comportamientos inverosímiles, y ennoblecen sus gestos, y sus actos, y sus palabras son tenidas en cuenta en todos los foros donde expongan sus pensamientos.
El conocimiento intelectual forma lazos de amistad entre los pueblos, suscita intercambio de sabiduría entre las personas, cuya luz irresistible y fecunda crea paz y prosperidad entre las naciones.
El abrazo a la cultura en todos sus términos; al humanismo profundo, fruto de la historia y de la filosofía; a la ciencia, en cuantas ramas mejoran la humanidad, es la expresión más alta que la persona puede alcanzar en su realidad más trascendente. Cualquier edad: temprana, madura o senil, es buena para ampliar sabiduría, para crecer, para situarse en la cumbre del pensamiento culto, del discernimiento, de la razón legítima.
El conocimiento intelectual es herencia y patrimonio de las personas: valientes, apasionadas y aventureras, porque entran en un mundo ignoto, por descubrir, y donde solo el atrevimiento consigue alcanzar la mesura de la erudición y la humildad de los ilustrados.
En la formación intelectual se asientan la rectitud y la cordura, y de ella provienen las grandes obras que iluminan y enaltecen los tiempos y los siglos, además, abre las puertas a la liberación de conciencia y de pensamiento; al respeto más profundo a las personas y a sus juicios, y cierra los resquicios a los pensamientos toscos, a las ideas burdas, a las contiendas, o a los enfrentamientos importunos.
La formación intelectual huye de la necedad y de la hipocresía, discrepa de la ira y sus actos, muestra conformidad con los actos sencillos y humanos, y ofrece su disposición y mejor servicio a los semejantes, y discrepa de la vanidad, y de los halagos efímeros.