Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Pablito es animalista

09/08/2022

Mi sobrino Pablo se aburre en verano. No le llena el campamento de fútbol y busca, sin decirlo, la cercanía de un tutor; por eso convertimos parte de la mañana, la hora del café y pincho en el rato del dictado, en aprender a comprender un texto, ordenarse, escribir sin faltas de ortografía, resumir, titular y tener conversación. Lo que mi padre decía del verano: es hora de captar lo que en el curso no te da tiempo a saber.
Ayer al cansarse de aprender, me dijo: tío, ¿me dejas dar una vuelta con el patinete? 
- Sí, solo quería enseñarte a… pero bueno, «a un burro le hacían obispo y lloraba…» le respondí. 
Pablo, serio me reconvino: «No te voy a tolerar que te metas con los animales».
Un pensamiento formado en la actual educación de valores. La frase no la entendió el niño, normal inmadurez, pero me preocupaba que juzgara al burro con los mismos parámetros que al hombre. No llames al asno, burro. Mi defecto fue llamar bruto al burro por transmisión de una situación ancestral. De toda la vida los burros son burros y aún no he visto enfadarse a un animal por un insulto. Pero quizá Pablo tenga su razón y debamos, los mayores, dejar de llamar a las acémilas, burros para no depauperar su condición de bestia.
A los de mi generación y otras anteriores se nos caen los palos del sombrajo si el burro no es burro. Tienen buena memoria del recuerdo. Pero las orejas de burro se ponían a las cabezas tercas, e incluso les caía algún palo en la espalda, el lomo animal. Mi generación se formó en el cariño a los buches leyendo el Platero de Juan Ramón Jiménez. Y el burro fue bruto cariñoso. Pero la educación animalista actual sitúa animales y hombres en el mismo plano. Les equipara.
A mi abuelo le enganchaba el bayo a la serret la muchacha de la casa y como era tan manso, Selva dijo: este caballo es un santo. Mi abuelo la corrigió: «no llame al animal con nombres religiosos. El caballo no es santo».
Con los animales nos hemos pasado de rosca poniendo en el mismo plano hombres y animales. Cada uno en su sitio, hasta para comer o dormir. Por higiene y respeto, no comer en el mismo plato o dormir en la misma cama.

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