César Merino

César Merino


Equilibrios inestables

15/03/2021

Amanece un nuevo día en este final del invierno y aunque en estas primeras horas aún se siente el helor de la madrugada, ya se alza el sol por oriente, pujante, radiante, haciendo retroceder los últimos restos de esta neblina marcera, grisácea.
Entro en la cocina, allí se encuentra el canario que saluda con sus trinos, mientras hilvano íntimamente unas palabras dando gracias al cielo por esta nueva jornada que nos regala. Enseguida están los noticiarios con el parte diario de las víctimas de la covid y el nivel de ocupación de las ucis, ahora también con el de quienes ya han recibido la vacuna, o una dosis de ella, o el alta hospitalaria, los nuevos contagios, sus edades, los porcentajes, los incrementos, los descensos, por tramos y profesiones, por regiones…, cifras sin fin en un agotador paseo por la geografía ¿española? No, mundial.
Todos los días la misma cantinela pienso yo, apago la radio, saturado, abrumado, incapaz de procesar el tsunami de datos recibido. Hay algo desconcertante e inasumible en esta avalancha estadística, una nube de confusión que se posa en el cerebro, que se espesa en él y no te deja ver claro, que te lleva de un lado para otro y te impide concentrarte siquiera en una sola de las miles de personas que acaban de ser mencionadas sin hacerlo, arrastradas sin recibir un pequeño silencio que las honre.
Números, números y más números. Hace mucho tiempo, un hombre de mirada profunda, barbiluengo, uno de los filósofos antiguos, creyó haber encontrado en ellos el secreto del universo, la explicación del orden y la armonía que observaba en el cosmos. Está plácidamente sentado sobre una roca, contemplando fijamente el mar Egeo en calma, escudriñando el mundo que le rodea, imbuido de un afán por comprenderlo, vive sin prisas. 
Muchos siglos después, la rueda sobre la que hacemos este camino sigue girando en el mismo eje. Hoy sigue siendo cierto que el hombre necesita un cierto equilibrio, proporcionado, geométrico, entre la materia y el espíritu que lo componen. 
Tiempo convulso y agitado, estamos sobreexpuestos a demasiadas informaciones que nos hacen presas fáciles del caos y el desorden, pero aún podemos cuidar esos remansos de paz que nos devuelvan la fe y la ilusión de vivir.