José María Nieto Vigil

Sin Perdón

José María Nieto Vigil


Afganistán, abandonada

10/09/2021

Los talibanes han vuelto al poder en Afganistán, sin apenas haber encontrado resistencia armada entre los afganos. Veinte años de ocupación occidental no han servido para ganar las simpatías de un pueblo que se entrega, aparentemente impotente, al siniestro gobierno de los fundamentalistas islamistas. Un régimen de terror se ha instalado en Kabul, quizá para siempre. Qué impotencia y qué tristeza me producen las imágenes servidas  de aquellas gentes y de aquellas multitudes agolpadas a la espera de su imposible rescate. 
Occidente ha abandonado a los afganos a su trágico destino, sin lugar a dudas. Pero no es menos cierto que mantener  una guerra interminable -que es la verdad- es insostenible para la economía de cualquier nación, incluso  para cualquier coalición de países que estuvieran interesados en sostener artificialmente a un estado que, tarde o temprano, se verían en la obligación de tener que abandonar. Solamente el pueblo afgano podría, y todavía  puede,  revertir  y variar el rumbo del aciago futuro que se adivina de manera trágica.  
 ¿Cuál es la voluntad de la población civil afgana? ¿Por qué el pueblo se somete al dictado del terror implantado por los talibanes? Parece que la sumisión incondicional es la respuesta. Solamente  en el Valle de Panshir -valle de los cinco leones-  hay resistencia a la acometida del autoproclamado Emirato Islámico de Afganistán. Allí, el Frente de Resistencia Nacional parece dispuesto a plantar batalla a los terroristas fundamentalistas. El hijo del León de Panshir, asesinado en 2001 y declarado Héroe Nacional durante la efímera República Islámica de Afganistán, Ahmad Shad Masud, hace un desesperado llamamiento a la resistencia y a la ayuda -según sus propias palabras- de los «amigos de la libertad».  Junto a él, Amrullah Saleh, antiguo vicepresidente de la extinta república afgana, se ponen al frente de la insumisión.
Occidente no debe abandonarles, sería un gravísimo error de gravísimas consecuencias. China, Rusia y Pakistán, entre tanto, se frotan las manos alegres y jubilosas.