Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Procrastinar 

13/02/2021

Viendo pasar la vida de color pandemia nos estamos familiarizando con palabros que gustan de más aceptación que el despacito de Fonsi. Palabras como resiliencia, asertividad o empatía han pasado a formar parte de nuestras conversaciones de frutería y barra de pan.
He seleccionado el vocablo que da título a la epístola que nos ocupa porque nos va a conducir y acompañar por la senda que transcurre desde la jocosidad más banal hasta la vergüenza más absoluta.
En mi más tierna infancia y posterior juventud, cuando las tripas rugían al final de la jornada después de las clases y del entrenamiento en el patio del colegio, sólo pensaba en zampar. Ropa sudada tirada en el suelo, ducha en dos minutos y a engullir. A mesa puesta, claro. Y cuando volvía a mi cuarto, todo el desastre generado en apenas unos segundos había desaparecido. La ropa sudada ya estaba en la lavadora y la del día anterior doblada y en sus cajones. Pura magia.
Pero como por arte de la misma, la misma desapareció cuando me subí al tren de la emancipación. En la soledad de mi nueva morada y después de las cuatro puestas pertinentes del primer gayumbo emancipado, a saber: p´alante-p´atrás-vuelta-p´alante-p´atrás, lo lancé a la remanguillé. Como era costumbre. Pero cuando volví del espectáculo acuático propio de la higiene íntima, el calzoncillo seguía ahí. Bueno, esperaremos a mañana, que ya estará limpito y en el cajón. Pero al abrir el ojillo con los primeros rayos de sol, lo primero que vi…el calzón en el suelo mirándome fijamente. Hasta me asusté. No me atreví ni a tocarlo. Al quinto día, echándole una pensada al asunto, supe que procrastinar su aposento en la lavadora solo iba a dilatar innecesariamente la agonía de las cascarrias. Porque aquella magia tenía nombre, materno en mi caso.
Y a día de hoy, todavía procrastino acciones de ese tipo. ¿Pero saben por qué? Porque no rindo cuentas a nadie y me da la real gana.
Ante las restricciones impuestas, lo que es Vergonzoso e Inaceptable (con mayúscula) es que el actual (des)gobierno (en minúscula) esté procrastinando el reparto de ayudas a tantas familias, a tantos negocios, abocándolos a la más cruel e injusta de las ruinas. Y cobran sueldazos por realizar ese trabajo.
Los que cobran puntualmente y procrastinan lo de otros… ¡¡¡rindan cuentas, y a la calle!!!

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