Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


En defensa del español

12/07/2021

Parece mentira que haya que defender la lengua más hablada del mundo, después del chino mandarín,  en su lugar de origen, pero cuando observamos los ataques de todo tipo que está sufriendo nuestra hermosa lengua en España, algunos sentimos pena y rabia. Son cada vez más numerosas las regiones españolas en las que el español no es la lengua utilizada en la enseñanza. Y esto ha quedado refrendado, de modo oficial, en la lamentable Ley Celaa. En Francia, al observar lo que ocurre en España, el gobierno ha prohibido el uso de las lenguas regionales en la enseñanza, así como el lenguaje inclusivo, que es ese disparate que entorpece y ataca la sintaxis más elemental y que, además, nada aporta a la igualdad entre hombres y mujeres. Alguno dirá que esta norma francesa ataca la libertad de elección, pero es que en las regiones españolas que han eliminado, si no por ley, sí de facto, el uso del español, se está conculcando la libertad de elección de la lengua en la que escolarizar a los alumnos. Todos conocemos las dificultades que se les ponen a los estudiantes que se examinan de la prueba de acceso a la universidad y piden que se les faciliten los exámenes en español, en algunas regiones españolas. No tengo noticia de ningún otro país en que su lengua común esté así proscrita en los planes de enseñanza. ¿ cómo hemos llegado a este lamentable estado ?. Fundamentalmente por la debilidad de los gobiernos españoles que han ido perdiendo competencias al cederlas a los regionales y estos, a su vez, creando chiringuitos bien remunerados para promocionar lenguas y hablas regionales en detrimento del español.
El uso del español, así como el de otras lenguas regionales, se está utilizando como una herramienta política con la que enfrentar a los ciudadanos. Las lenguas tienen como principal objetivo establecer la comunicación, desarrollar el intercambio de ideas y socializarnos. Es decir, unir y no enfrentar. Pero la defensa de una lengua debe ir más allá que el conocimiento de la gramática y la protección de su uso. Estos objetivos deberían ser la labor de la Real Academia de la Lengua, pero su tibieza ante el ataque en toda regla con que la Ley Celaa impone al uso del español y su ausencia de crítica ante los disparates del lenguaje inclusivo, hace pensar que los inmortales han renunciado a ejercer su labor primordial: la defensa de la lengua española. 
Defender una lengua es también defender su cultura: promocionar el conocimiento de su literatura, impulsar el cine y las artes escénicas, la música, el pensamiento y todas las ramas del saber que tienen en esa lengua el soporte fundamental para manifestarse. El español posee un léxico riquísimo, lo que permite expresar el pensamiento humano con gran variedad de matices y, así ,enriquecer la transmisión de las ideas de manera clara.
Mucho se ha propagado la falsa idea de que el mejor español es el que se habla en Valladolid. Ningún espacio geográfico posee ese privilegio. El mejor español es el que responde a la corrección de la norma. Y esto puede ocurrir en Valladolid, Lima o Buenos Aires. No existe una propensión natural a la corrección lingüística, sino que esta es el resultado del conocimiento de una lengua, allá donde se produzca y su proyección en la cultura y su difusión.