Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


Otero por Sabina

29/01/2021

«Yo no sé si he nacido en la calle, pero es ahí donde he vivido». Esa es la Historia (casi) de mi vida, con la que Blas de Otero se presenta en una minibiografía que durante años fue mimada y recordada por Sabina de la Cruz, poetisa sestaotarra muy querida, pareja sentimental del poeta hasta su muerte en 1979.
A Sabina le pilló de camino la pandemia y nos dejaba hace un par de meses. Ella hablaba de la felicidad que buscaba él, felicidad para todo el mundo, la misma que sintió ella al encontrar una carpeta donde Blas guardaba versos inéditos, de tal manera que Sabina dejó su poesía para investigar y difundir la obra de uno de los representantes de la poesía social (1919-1979).
Por ella hemos sabido que Blas de Otero buscaba la felicidad, esa entelequia que perseguimos todos, buscaba algo que fuera bueno para la mayoría, eso que nos vendría bien en estos días para curarnos de ese Yo que nos persigue, de ese individualismo que nos ciega, haciendo de nuestra causa la madeja más compleja del mundo. Todo eso se desprende de las declaraciones que hace el poeta a un semanario de Barcelona después de publicar en 1956 Pido la paz y la palabra.
Y todo eso y la obra del poeta se prolongan en el tiempo. «Yo sabía que Blas era así, pero una cosa es que lo sepas y otra que lo veas escrito», dijo Sabina al hablar de aquellos poemas escondidos de su marido.
Como ya el poeta pronosticaba en aquellos versos inéditos, le seguirán nombrando las generaciones venideras, habrá una guerra en alguna parte, vendrá otra revolución y algún dictador ocupará su tiempo en impedir que los demás puedan vivir, aunque sea haciendo versos. Ya le escribió bien claro: «Cuando yo muera, tú te sentarás a mi mesa con el pelo entrecano y releerás mis papeles, mis cuadernos, mis desdichas».
Esta palabra dice compañera;/ esta palabra dice vida hermosa;/ esta palabra dice cuna y fosa;/ esta palabra dice vida entera.
Yo creo que, el poeta, que conoce bien a Sabina, le deja aquellos papeles para mantenerle entretenida, buscando esa parte secreta de los compositores. Y todo parece recogido en un puzzle, pues Sabina confesará al final de su vida: «Siempre me he dedicado a la literatura y la poesía; debo vivir en un oasis».