Recientemente, un grupo de alumnas del que fuese antiguo Colegio de Huérfanas de Ferroviarios (CHF) ubicado en Palencia, regresaron a la capital para celebrar los 50 años de su paso por el mismo.  Y a juzgar por lo que se encontraron de él en la actualidad –aunque bastante, tirando a mucho, conocían ya de su estado-, tras este tiempo transcurrido desde que salieran de él allá a principios de los años 70, el alma se les debió de caer a los pies ante la decepción que padecerían tras encontrarse con un edificio en ruina total y objeto del vandalismo más descarnado.
Así nos lo cuentan las crónicas del encuentro, que nos hablan de que incluso se fotografiaron delante del mismo con carteles reivindicativos en torno a que se rehabilite, se conserve y se le dé algún uso público o privado, que proyectos hay al respecto. 
Es fácil entender la decepción que sufrirían ante tamaño desaguisado producido en el edificio que un día las cobijase en su etapa de adolescentes formándose y educándose como personas de bien cara al futuro; y que ahora se encuentran con que la totalidad del inmueble ha sido arrasado materialmente, destruidos todos sus espacios interiores: capilla, salón de actos, comedores, aseos, habitaciones…, según puede apreciarse en una amplia colección de vídeos que circulan por las redes sociales.
Claro que estas antiguas alumnas del Centro, a pesar de esta decepción y de alguna lágrima no demasiado furtiva, pues qué duda cabe que les hubiese gustado reunirse en su interior, recorrer sus instalaciones recordando anécdotas y vivencias del pasado; tendrían también sus momentos de elevada emoción al reencontrarse con sus antiguas compañeras y poner en común un sinfín de recuerdos de aquel ayer.
Para los que ya peinamos canas hoy, seguro que todavía recordamos aquellas tardes de domingo en las que saliendo de paseo por el Salón o por la calle Mayor, era seguro el encontrarte con algún grupo de estas alumnas del CHF, con las que, como adolescentes que éramos, tratábamos de ligar en amigables conversaciones; llegando incluso a acompañarlas hasta las inmediaciones de su colegio, por aquello de la caballerosidad que nos caracterizaba.