Francisco Muro de Iscar

MUY PERSONAL

Francisco Muro de Iscar

Periodista


El trampantojo y la confianza

03/05/2021

El trampantojo es una técnica pictórica de acentuado realismo que intenta engañar a la vista jugando con el entorno arquitectónico, la perspectiva, el sombreado y otros efectos ópticos de fingimiento que llevan a conseguir una sustitución de la realidad. Puro ilusionismo. El mejor retrato de la política española de este momento que nos ha tocado vivir. Si nos vamos a lo que dice el diccionario de la RAE, queda aún más claro: "Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es". Trampa ante el ojo. Hacernos ver lo que no existe, hacernos creer que hay un fondo que no es tal o que las figuras sobresalen del "cuadro". Maestros en el trampantojo son casi todos los políticos actuales, unos más que otros. Sánchez e Iglesias se graduaron cum laude hace tiempo. Abascal y Monasterio lo practican a diario, y aunque sus planteamientos son burdos, confunden a muchos. También Ayuso tiene algo de eso, aunque debió estudiar en otra escuela y su grado de "maestría" es menor porque se cree lo que dice frente a los citados anteriormente. Sánchez y Ayuso eligieron a dos de los mejores gurús del trampantojo nacional, Iván Redondo y Miguel Ángel Martínez. Iglesias es su propio gurú -Echenique y Monedero no dan la talla- y estudió hace mucho tiempo la especialidad en Venezuela. Está de salida de todo y eso sería una excelente noticia para la política y para la ética.

Alguien dijo que la política es teatro, puro teatro, pero el arte escénico es arte del bueno y, aunque hay ficción no hay engaño. Se actúa cara al público, no utilizando al público. Cada día te aplauden o te dan la espalda y si una obra -que es trabajo en equipo, de actores y tramoyistas, de gente que no aparece pero que está y es fundamental, de un texto bien construido, de argumentos con peso- no funciona, dura poco en cartel. Casi todos los políticos tienen cuatro años de función y, si hay suerte, prorrogan por otra temporada igual de larga. Aunque lo hayan hecho mal. Funciona el trampantojo, el engaño.

La cogobernanza es un trampantojo. Después de seis meses de un estado de alarma "imprescindible" y sin rendir cuentas ante el Parlamento, el Gobierno no tiene un plan B, que dé seguridad jurídica a las comunidades autónomas para actuar. Que se apañen como puedan.

El Plan europeo de reconstrucción es un trampantojo. Ni se ha debatido con empresarios, sindicatos y partidos, ni hay, todavía, un texto completo ni nadie sabe cómo se van a gastar y a controlar los generosos fondos europeos que nos deben sacar de la quiebra.

Los ministros se lanzan a la calle el 1 de mayo, "contra la ultraderecha", pero el empleo cae fuertemente, los ERTE salvadores son ahora una amenaza, miles de empresas está a la última y el Gobierno, que corrige a la baja sus previsiones mes tras mes, se ha vuelto aznarista: "España va bien", repiten incansables. Trampantojo.

Lo que nadie se había atrevido a hacer hasta ahora, usar hasta el Boletín Oficial del Estado, el preámbulo de una ley firmada por el Rey, para criticar a otro partido, lo ha hecho el Gobierno que preside Pedro Sánchez. Trampantojo de enorme gravedad. Como lo es hablar de amenazas y violencia y fomentarla, como hace Pablo Iglesias o ser ministro de Interior y callar la detención de miembros de Podemos por los incidentes de Vallecas. O que Correos arruine su prestigio por la incompetencia de directivos procedentes de la política que cobran 200.000 euros al año y no garantizan la seguridad de un servicio que siempre ha sido modélico y seguro. Hay que acabar con el engaño, con el trampantojo, si no queremos destruir la confianza en las instituciones.