Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Prioridades

15/12/2020

La hazaña de rescate del planeta demanda del esfuerzo colectivo, de la responsabilidad de cada ciudadano, asegurándonos de que los derechos humanos tengan presencia en esa recuperación humanística que hemos de avivar cada cual desde su entorno. Sólo alcanzaremos dicho espíritu armonizando pulsos, activando la igualdad de oportunidades para todos, abordando las frustraciones que la pandemia ha dejado en evidencia, haciendo frente a ese espíritu excluyente que nos deshumaniza por completo. 
Nunca es tarde para reafirmar nuestras obligaciones de interconexión positiva, con abecedarios más interiores que exteriores, si en verdad queremos contribuir al naciente de sociedades más coordinadas y equitativas, con capacidad de superar cualquier adversidad que se presente. Lo importante es no desfallecer en los intentos, tomar conciencia plena de la situación, trazar con espíritu creativo ese nuevo giro de marcha, contando siempre con la ayuda de los demás y el apoyo social; dignificando, en suma, todas las acciones y contribuyendo a la universalidad innata de valores inherentes, como puede ser la dignidad humana.
En efecto, hay que volver a la decencia, al cultivo en nuestra vida cotidiana de algo tan esencial como la consideración hacia toda existencia, tomando como horizonte aquellos derechos que nos protegen a todos y así fomentar la unión y la unidad, que es lo que verdaderamente nos hermana. Ya está bien de absurdas divisiones, de endiosamientos injustos, de abrigar un ámbito cerrado que rompe sueños en lugar de abrir espacios, creando frentes que nos impiden entrar en relación y caminar fusionados. Con urgencia, hay que cambiar ese todos contra todos, ganado en parte por ese estilo de vida interesado que nos hemos injertado en vena. 
Sin duda, será saludable tomar otro más desposeído y acogedor. No me gusta, en absoluto, este estado de sometimientos y desconsideraciones entre semejantes. Alejándonos cada vez más los unos de los otros va a resultar imposible nuestra continuidad. Por eso, es vital romper las cadenas que nos aíslan, tendiendo puentes, extendiendo brazos para no caer en el desaliento que es lo que francamente nos hunde como familia y nos confunde como pueblo.