Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


La buena conciencia

09/11/2020

Siempre se ha dicho que hay que mantener viva la conciencia. Quizás sea el mejor espíritu para buscar el mejor efecto. Ahora, más si cabe, es menester trabajar en esa voluntad social del retorno a lo equitativo, para huir del continuo diario de contracciones que tanto nos amortajan. Precisamente, en un momento en que el mundo batalla contra la maldita pandemia de COVID-19, la perspectiva del Día Mundial de la Ciencia (hoy, 10 de noviembre) debe estar más que nunca al servicio de la humanidad. No olvidemos que cualquier avance, a lo largo de nuestras andanzas, ha estado motivado por las acciones humanas. Hoy, como no podía ser de otra manera, también necesitamos respuestas adecuadas, sobre todo para salvaguardarnos como especie, en un planeta verdaderamente enfermo. 
En consecuencia, le corresponde a ese orbe científico trabajar duro y en unión, como asimismo a cada uno de nosotros, si en verdad queremos mejorar la salud, tanto la del planeta como la nuestra propia. Verdaderamente, cada cual desde su posición, está llamado a colaborar y a cooperar en ese bien colectivo que ha de derramarse en beneficio de todos. Unos para mejorar ese espíritu científico y tecnológico, pero además otros para humanizar nuestro personal destino. Caminar en antítesis, con nuestro particular raciocinio, es el estado moral más intolerable. Cuesta entender, por ende, el fin de la conciencia histórica, el desprecio a todo lo pasado, la manipulación permanente para justificar acciones que nos llevan al desmoronamiento total. 
Necesitamos, pues, de otras estéticas para ahuyentar las miserias y poder tolerarnos. Ciertamente, la tolerancia de uno mismo ayuda a disculpar los defectos y también a hacer nuevos propósitos de obediencia y consideración, que tanto escasea entre nosotros. En todo tenemos que tomar una mayor cognición que, sin duda, permitirá poner remedio a tantos males que nos sobrecogen a diario. 
La quietud no ha provocado nunca ninguna contienda; la inquietud, sin embargo, ha cubierto la tierra de desesperanza. Desde luego, se echa en falta una mayor concienciación de los valores y los bienes fundamentales, que son la base de las relaciones entre los pueblos, la sociedad y la ciencia.