Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


En una balanza

07/10/2022

Si el transcurso de una vida está lleno de desacuerdos y sus consecuencias, tanto, que donde dice gobernante dice Putin, y el ahora blanco y ahora negro, es el meollo de esas reuniones de las que dependemos en cuerpo y alma todos los seres humanos no importando el color de la piel, ni el tamaño del corazón y su capacidad de aguante... ¡Cómo no van a equivocarse también esas emociones que nos hacen reír o llorar de forma cambiante, y a veces en cuestión de segundos! Hay situaciones en la vida en las que siempre las protagoniza el estado de ánimo. Vamos a tener siempre a mano la magia de saber sortearlas, unas veces atajando pena y otras despilfarrando alegría. Sí, porque si dejamos a un lado ese término medio del si es o no es, nos convertiremos en ese robot humano que ni siente ni padece, y eso anula la personalidad. Hace falta llorar si sufrimos y reír hasta llorar si la risa nos desborda. Yo reconozco que soy de extremos, nunca dejo nada a medias, y en este tema, tampoco. Y la última vez que he reído ha sido viendo la pasada serie televisada  Supervivientes. Allí, una de de las concursantes hacía un tatuaje... o firma... o frase... no se apreciaba el qué, en la ingle, a un 'supervivo'. El chicarrón con el que ya tonteaba, y sigue tonteando, como todos los seres humanos tiene espalda, pecho, brazos, piernas... en fin, de todo y además muy abundante, porque lo que le sobran son sitios. Bien, pues ella le subió todo lo que pudo aquel mini-tanga y allí, allí, en lo que la ciencia médica llama ingle, le estampó, bolígrafo en mano.... ¡lo que fuera! No sé si buscó los tres pies al gato, pero si fue así, segurísimo que los encontró. Me reí mucho de aquella manera que nuestras antepasadas llamarían «pecaminosa».
Pero no había pasado ni una hora de esta divertida situación, cuando sonó el teléfono y una amiga íntima me contó que a una amiga de ambas, a la queremos muchísimo porque es un encanto, en una consulta médica muy minuciosa, había obtenido resultados nefastos que naturalmente a ella la han ocultado. Esto, afortunadamente, quedará entre mi pena y el Diario, porque ella vive en otro lugar y desde allí no lo capta. Pero sí que lloré a lágrima viva. Y aunque parezca un contrasentido, ambas cosas, tan distintas pero tan intensas, risa y llanto, las viví y las sentí en profundidad. Y me encantó. Sí porque, afortunadamente, cuando me fabricaron se olvidaron de introducirme un corazoncillo metálico. Por eso ha jugado su papel en el caso de Raquel, esa casi-niña palentina que hace muy pocos días se la ha llevado de calle un corazón de piedra. Queridísima Raquel, descansa en esa paz que nos prometen, y que está en ese 'más-allá'. Aunque a ti, estoy segura de que no te hubiera importado esperar un mucho en este 'más-acá'. Recibe un fuere abrazo.

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