Jean Jaurès tenía una gran clarividencia cuando dirigía una carta a su hijo diciéndole por qué le inscribía en clase de religión. En ella le explicaba, este socialista francés ateo, que sin cultura religiosa su formación académica se resintiría profundamente. Sin cultura religiosa no podría leer, sin saltar páginas que no podría comprender, los grandes hitos de la cultura occidental. Cómo  entender, en su caso, a Pascal, Bossuet, Corneille, Racine…Esto que Jaurès quería evitar en la formación de su hijo, es una realidad lamentable en nuestra sociedad actual, sobre todo, en la juventud. De ahí las dificultades que tienen los profesores de Historia del Arte para explicar algunas obras con cierta profundidad, o los profesores de filosofía para explicar la Edad Media. Por eso me pregunto: ¿Qué puede entender alguien sin cultura religiosa sobre nuestras catedrales, iglesias… y las Edades del Hombre?
Las Edades del Hombre, esa idea de Jiménez Lozano hecha realidad y en algunas de sus ediciones, brillante; se ha vuelto incomprensible  para esta parte de la sociedad que carece de esta cultura. La consecuencia es que inhabilita para apropiarse de una de las claves de la cultura occidental y del espíritu que hizo posible las obras que se exponen esta vez en el Camino de Santiago. Esta incapacidad de apropiarse de la tradición, de los viejos valores, es el contenido de la expresión Nietzscheana «Dios ha muerto». Aquellos capaces de disfrutar de estas exposiciones serán «los últimos hombres»; los nuevos son los que incluyen estas exposiciones dentro de la industria del entretenimiento, donde la comida y el selfie son el resumen de un día de asueto. Lo que queda es el narcisismo del selfie y la fosforescencia de la técnica, pero no una luz que ilumine. La técnica sustituyó orientación por producción, lo cual ha organizado de forma definitiva nuestra vida y mutó los viejos valores. Los antiguos altares son habitados por demonios nuevos. Sólo nos queda un cierto malestar en la cultura  y comportamientos de 'masas' guiadas por el alcohol e instintos primarios. Cuando el espíritu que crea una cultura no se reconoce a través de las nuevas generaciones estamos en el ocaso de esa cultura.