Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Idus 13

17/09/2022

Martes y 13, así es. Pero resulta que tiene a bien regirse por las glorias del antiguo calendario romano. De ahí que nada de malos presagios. Todo lo contrario: vaticina augurios sensacionales. Fue hace unos días y es una fecha que la marca a fuego, tan ardiente como el asomo de un otoño que siempre busca el veranillo de San Miguel. Piensa en soledad y se reconforta con los rayos de sol que atizan el portalillo de doble hoja, presto siempre a convertirse en el burladero de apoyo y que permite descansar el mentón sobre los brazos. Un gesto que se convierte en un ejercicio tan sencillo como místico y que despliega un abanico de ojeadas que abarcan toda la calle. Un barrido literal de la vida, tan vacío de paseantes como lleno de plenitudes y suspiros. Acaso sea un arrebato arcaico o simplemente el dejarse llevar por el sosiego de quien nada espera. Cierra los ojos y sus pasos se deslizan volanderos por las alfombras que la naturaleza formará en su trasiego caducifolio, sortilegio trashumante que presagia humos con sabor a encina y pucheras que temblaban a borbotones en la ebullición de un agua que desconocía sequías. Ahora su sed es otra, porque con una gota se colma, como si el elixir viniera concentrado para no desdeñar ni un segundo de aliento. Y se ve feliz, sabedor de lo conseguido, amarrándose con fuerza a un bastón que ya no quiere dejar improntas. Solo quiere que la mañana borre la senda, que la propia esencia de Castilla sea la encargada de erosionar cada mueca y seña. Como si todo lo suyo fuera un secreto que se diluye interiormente, vislumbrando un viñedo que canta como brote de olivo. Ya. Parece imposible. Mas nada se escapa a su idus de septiembre, cuando el reloj de bolsillo pide cuerda y las campanas doblan la esquina como si fueran papiroflexia. Es su cantar de los cantares o copla que retorna para decirle que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar. Mientras, otea de soslayo, sin repiques ni diretes. Placidez, tanta que pudiera generar envidia a quienes trasiegan sin pausa ni control. A los que van corriendo hacia ninguna parte. Él se queda aquí hasta el día señalado. Hasta entonces merece la pena saber que los días son más cortos, pero mucho más intensos. Esencia personal. Sea.