José Luis Díaz Sampedro

José Luis Díaz Sampedro


Necesitamos la paz

07/03/2022

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua una de las definiciones de Paz sería la "relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos". Parece obvio que, teniendo en cuenta las limitaciones de la condición humana, resulta una utopía bastante improbable de conseguir. Una sociedad justa y perfecta jamás la veremos porque para ello las personas -todas- tendríamos que ser justas y perfectas. Por ello, una de las razones -sino la principal- de nuestra existencia consiste en luchar por lograr esa "armonía"; primero la personal, la de cada uno consigo mismo. Necesitamos antes que nada una paz interior, alejada del ruido y el bullicio en el que el mundo nos sume y nos consume. Necesitamos que el fragor de las noticias que nos llegan a diario -casi todas frustrantes- no nos impida mantener viva la concordia y el entendimiento con los demás, principalmente con los que tenemos más cerca (familia, vecinos, compañeros de trabajo, amigos). Ciertamente nos está tocando vivir unos tiempos convulsos, no tanto por su novedad (pandemias, guerras y disputas políticas siempre han existido), como por su desenlace. El "estado del bienestar" en el que estamos instalados confortablemente desde hace años y de cuyas bondades materiales no queremos desprendernos seguramente nos está impidiendo ver en qué consiste la auténtica felicidad. Se dice que "los ricos gozan de las cosas, pero no de las personas". Y como parece que todos aspiramos a ser ricos… así nos luce. Sin embargo, la misma condición humana que parece abocarnos a repetir siempre los mismos errores y horrores está dotada de la capacidad de amar que nos impulsa a hacer el bien a los demás. Y esto no debería suponer otra utopía, porque está en nuestras manos el "querer querer" (desear amar). Es en situaciones extremas y difíciles donde el ser humano saca lo mejor de sí, dándose a los demás con olvido de sí mismo. Lo venimos comprobando con la pandemia y ahora con la guerra de Ucrania. La auténtica solidaridad que nos emociona y nos anima a ser mejores es la real, la que llevan a cabo personas concretas y muchas veces anónimas. La otra -la virtual que practican los defensores del "buenismo" encendiendo velas, poniendo flores o cantando el "Imagine"- no sirve para nada. Sólo con una paz interior personal podremos aspirar a conseguir esa paz exterior social que elimine o cuando menos limite tantos enfrentamientos y conflictos.  

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