Mientras algunos políticos luchan encarnizadamente por pillar cacho a cualquier precio, la ciudadanía lucha por sobrevivir en medio de una pandemia agotadora que viene para quedarse larga temporada como un pariente pegajoso. Pero, como es sabido, en épocas turbulentas unos están al santo y otros a las limosnas. Hace muchos años que debiera haberse afrontado la lacra de la corrupción en España. Ahora que al PP le llueven tortas a troche moche porque el grado de porquería es insoportable, no quiere más que lanzar fuegos de artificio para entretener a la peña con las piruetas histriónicas de Díaz Ayuso. Se nota que a Casado le gustan los platos fuertes a la hora de elegir colaboradoras. Todo en el PP suena a disparate. Bárcenas, despechado, alimenta las brasas para asar vivos a unos cuantos iluminados pretéritos. Mudar la sede para alejarse de la casa encantada y tiznada de negro no deja de ser otra maniobra infantiloide. La corrupción va pegada a la piel de algunos afiliados salgan condenados o no. VOX, que tanto vocea contra las marchas feministas, convoca a cientos de personas todas juntitas en una plaza lanzando loas a su caudillo. Al mismo tiempo, los de a pie amanecemos con la esperanza de escuchar cuánto descienden las cifras y que no suene el teléfono para contarnos un contagio familiar, a la par que seguimos paso a paso en la adaptación a la nueva situación de este medio hostil. Desinfección, mascarilla, que no me quede sin ingresos; no salgo, no viajo, no beso, no abrazo, duermo mal, como de más, leo libros, veo series, no voy al cine ni al teatro, no salgo con mi pandi los viernes. En el campo político no cesan los exabruptos molestos, en el nuestro privado nos repetimos el mantra del superviviente: Me adapto a los cambios, me adapto a los cambios, me adapto a los cambios.                        www.elisadocio.com