Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


El lunes, al sol      

27/02/2021

Basándome estrictamente en sus desafortunados testimonios les voy a evidenciar por qué debieran dimitir de sus cargos y dejar el camino libre, que no limpio, para que otros intenten enmendar el desastre de miseria y el reguero de muerte que están pergeñando con una pandemia fatal como telón de fondo.
En multitud de ocasiones sus fauces han escupido que su trabajo, en esta aciaga coyuntura, es «salvar vidas», cuando la cuestión concreta que les planteaba el periodista hacía referencia a otras lamentables vicisitudes aledañas al virus y que requerían y requieren una solución inmediata.
La respuesta sorprende, cuando, hasta la más breve plática en cualquier mercado de abastos, si no en las colas del hambre, hace referencia a la debacle económica, a la ruina inminente, al vecino al que no le detectarán a tiempo el cáncer, a la crispación constante o al creciente sentimiento de ansiedad y de depresión generalizados entre, para lo que ustedes es o así lo dan a entender, el populacho. Es decir, y lo mastico un poquito más para una mejor asimilación, el iceberg cuya punta asomaba en forma de crisis sanitaria se ha tornado en la mayor crisis global que haya conocido el 99,9% de la población mundial.
El mérito de la gestión de una crisis global que, como tal, alberga múltiples variables aunque una sea el germen, es minimizar la incidencia de tal crisis en TODAS ELLAS y no focalizarse en una sola desatendiendo las demás.
Su trabajo no es «salvar vidas», es gestionar una crisis global en todas sus variables. Es minimizar los fallecimientos por Covid sin que aumenten los del resto de patologías, dotando de los medios necesarios a un sistema sanitario que se ha visto totalmente desbordado; es no cumplir un año de pandemia sin que haya un plan articulado de ayudas a empresas y autónomos; es que se ingresen las retribuciones de los ERTE con la misma puntualidad con la que llegan sus nóminas a sus sacas personales; es erradicar las fiestas ilegales, que siguen campando a sus anchas un año después y constituyen el principal foco de contagio… y tantas otras variables sin gestionar que están sumiendo a nuestro país en la más absoluta ruina y a su población en la más profunda desesperación.
Privatizo, por un momento, la gestión y me erijo en director de Recursos Humanos. 
Si ustedes no dimiten
 ¡¡¡DESPEDIDOS!!!