Editorial

El rey Mohamed VI planta a Pedro Sánchez en la cumbre de Rabat

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Después de ocho años de la última cumbre bilateral entre España y Marruecos, desde ayer hasta hoy, la capital alauita de Rabat acoge la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre ambos países con fronteras marítima y terrestre. El Gobierno español acudió con su presidente, Pedro Sánchez, al frente, y 11 ministros, todos pertenecientes a la cuota del PSOE, ninguno de Podemos. Las previsiones eran que el foco informativo se centrará en acuerdos importantes a cerrar, pero lo más relevante de esta primera jornada no es otro asunto que la ausencia del rey Mohamed VI en la reunión. Moncloa se apresuró a hacer público que el presidente Pedro Sánchez mantuvo una conversación telefónica con el monarca alauita antes de partir en avión hacia Marruecos de media hora de duración. En la conversación telefónica, ambos mandatarios coincidieron en impulsar las relaciones entre ambos países y en consolidar una nueva etapa entre España y Marruecos.

Además, la Casa Real de Marruecos emitió una nota de prensa en la que admite que los acuerdos alcanzados en abril de 2022 fueron «sustancialmente implementados», en clara referencia al giro en la política internacional protagonizado por España respecto al Sahara Occidental.

Mohamed VI emplazó a Pedro Sánchez a mantener un encuentro en persona en una próxima visita oficial del presidente del Gobierno español a la nación vecina.

El Gobierno español tiene varios frentes abiertos en su seno o fuera de él. De puertas para adentro, la ausencia de los ministros de Unidas Podemos en Rabat es un síntoma inequívoco del mal momento que atraviesa el pacto entre los socios de gobierno, a consecuencia de la reforma de la Ley del Sí es sí.

De cara al exterior, Pedro Sánchez se muestra extremadamente débil ante Marruecos desde hace unos meses. La ausencia del jefe del Estado marroquí, aunque solamente hubiera sido en el recibimiento a la expedición española en Rabat, pone sobre la mesa los desaires de uno de los vecinos estratégicos más importantes para la Moncloa. El giro radical de política sobre el Sahara Occidental fue inexplicable para la práctica totalidad de la sociedad española, volcada en la ayuda a los campos de refugiados, y provocó el cese de las relaciones económicas con otro aliado estratégico en el Magreb, como es Argelia -principal suministrador de gas a España-.

El Gobierno español no debe estar al albur de los designios de un monarca absoluto, Mohamed VI, que perpetúa un sistema dictatorial basado en leyes autoritarias más propias de la Edad Media que del siglo XXI.