Tuve la semana pasada un momento gastronómico de ilusión y esperanza en nuestra juventud.
Coincidió además con la comunicación del patrocinio al equipo de baloncesto de mayor categoría de nuestra provincia por parte de una empresa de comida rápida, que en mi opinión es incongruente, pues no corresponden sus valores en absoluto con los de salud, ejercicio, alimentación sana o cuidado del organismo que deben ir asociados a la práctica el deporte, y que personalmente me disgustó.
Estaba picoteando una de las mejores ensaladillas que podemos disfrutar en Madrid, les animo a que no se la pierdan si pueden, y unos magníficos calamares, en la zona de bar del restaurante Rafa, y entró una pareja joven, de veinteañeros, que se sentaron a mi lado. Y pude disfrutar de cómo llegaron, saludando, con exquisita educación, como fueron mirando y comentando la carta, cómo interactuaron con los camareros muy profesionales que trabajan aquí (qué gusto da ponerse en manos de profesionales que aman y conocen el oficio). No me dio la impresión de que fueran del sector los jóvenes, pero me entusiasmé con su comportamiento, y con cómo preguntaron alguna duda, lo bien que pidieron la comida, el buen vino que escogieron… y un detalle que valoro cada vez más; esperaron a ir al baño tras haber sido tomada la comanda; esto es simplemente un detallito, pero es una muestra de respeto. Es muy frecuente que entren los comensales al restaurante alguno vaya al baño incluso antes de que les hayan entregado las cartas o tomado nota de aperitivos, y eso ralentiza el servicio, el ‘arranque’ de la mesa.
Detalles de educación, de saber estar y de cultura gastronómica que me hacen percibir esperanza en nuestros jóvenes, bravo por ellos.