Antonio Álamo

Antonio Álamo


Deseos

06/01/2022

A principios de cada año comienzan a aparecer listas de propósitos, diferentes todos en función de la personalidad de cada cual, cuyo cumplimiento suele considerarse como una necesidad ineludible… dejo de fumar, de beber, de comer, de matarme a correr o de colgar fotos en Internet. Lo que ocurre después es que, por regla general, todos ellos -y otros inconfesables- jamás se cumplen o si se cumplen es tan solo durante el intervalo que dista entre el momento de su elaboración y el instante de acostarse. Son como volutas de humo desprendidas de un cigarrillo en un día ventoso  cualquiera.
Queda por saber, aunque lo sabremos pronto, si la clase política de Castilla y León también ha comenzado el año elaborando en la intimidad una lista de propósitos de cara a las elecciones autonómicas que se celebrarán el 13 de febrero… dejo de insultar al oponente, dejo de decir barbaridades, dejo de colgar improperios en Twitter, omito las injurias barriobajeras, mantengo cierta distancia con el periodista que me sigue en campaña, doy publicidad a mi programa electoral y, de paso, ya puestos, me voy a comportar ante la ciudadanía con la misma naturalidad con la que manejo la cucharilla de azúcar cuando me dispongo a endulzar el café que me acabo de preparar en casa. Lo llaman, conviene recordarlo, naturalidad.
Sería, pues, de agradecer que quienes busquen el voto dentro de un mes y semana dispusieran ya de una lista de propósitos capaces de traer cierta tranquilidad de espíritu a una sociedad que no es -también conviene recordarlo- más que una proyección colectiva de ellos mismos. Quizá resulte una tontería pero todo parece indicar que el respeto, ese intangible que tanto se anhela por doquier, no se consigue pese a la creencia popular mediante descalificaciones gratuitas y actuaciones muy celebradas en el circo de los Hermanos Tonetti sino con la naturalidad propia de quien mantiene idéntico criterio entre lo que dice y hace. Si algo debe sobrar en la región de aquí al 13 de febrero es el fastidio que podría provocar una campaña donde la serenidad, la lucidez y el programa fueron olvidados como si fueran tres de esos propósitos propios de comienzo de año que casi nadie cumple. Luego nos quejamos del resultado.