Óscar del Hoyo

LA RAYUELA

Óscar del Hoyo

Periodista. Director de Servicios de Prensa Comunes (SPC) y Revista Osaca


Frustración

21/02/2021

Nacido en el siglo III en la Capadocia y proveniente de una familia de tradición militar, San Jorge se hace soldado muy pronto para prestar sus servicios al emperador Dioclecano, de quien llega a formar parte de su guardia personal. Todo cambia radicalmente cuando el soberano emprende una cruzada cruenta contra los cristianos que viven en su territorio, la conocida como la gran persecución. La comunidad es perseguida y obligada a apostatar, pero, cuando le toca el turno, el joven se niega a renunciar a su fe, por lo que sufre el martirio y es decapitado. El relato sobre su figura va cambiando con el paso del tiempo y termina por convertir su biografía en leyenda. 
La historia comienza a expandirse por el Imperio romano y, desde la Edad Media, se transforma en gesta fabulada en buena parte del mundo occidental, cuando se introduce la alegoría del dragón. El relato se ubica en un pueblo que se encuentra asediado por un monstruo que tiene atemorizada a la población y al que hay que alimentar a diario con un par de ovejas para rebajar su ferocidad y saciar su hambruna. La situación se prolonga hasta que los animales comienzan a escasear y, en vez de corderos, se sortea entre la población quién debe sacrificarse para acabar formando parte de la dieta de esa bestia que echa fuego por la boca. El azar, caprichoso, propicia que una de las hijas del rey sea la elegida y, cuando va a ser entregada, San Jorge aparece para rescatarla montado sobre su caballo, acabando con la vida del dragón con su espada y surgiendo una rosa de la sangre del imponente animal que el caballero regala a la princesa.      
Son varias las naciones -Inglaterra, Bulgaria o Etiopía-, las regiones -Aragón o Cataluña- o las poblaciones -Lucena, Cáceres o Santurce, entre otras- que tienen a San Jorge como patrón. Entre todas destaca por encima del resto como consecuencia de su gran tradición Cataluña, que celebra cada 23 de abril su tradicional festividad de San Jordi, en la que las parejas o seres queridos intercambian un libro por una rosa, y en cuya fachada del palacio de la Generalitat aparece una escultura del enigmático soldado sometiendo al dragón. Se trata del mismo edificio que hoy, una semana después de que se celebrasen los comicios autonómicos, busca un inquilino que presida una Comunidad que ha vuelto a constatar la polaridad ideológica que existe en su territorio, cuyos últimos años han estado marcados por el órdago independentista, la fractura social y la sangría que ha significado el éxodo empresarial -más de 3.600 compañías han cambiado su domicilio a Madrid desde que se celebró el referéndum ilegal del 1-0-.
La primera reflexión que se obtiene de la radiografía de los resultados es que el independentismo suma más apoyos que los partidos constitucionalistas tanto en porcentaje, que ya lo había conseguido en la anterior cita con las urnas, como en número de votos, algo que era inédito hasta la fecha. Sin embargo, aunque aparentemente pueda parecer que han ganado apoyos, la realidad es que la alta abstención, que ha superado el 46 por ciento, ha provocado un repunte de los secesionistas, sobre todo en provincias y municipios en los que la participación ha registrado la mayor caída. La conclusión es que el independentismo ha salido reforzado, pero ha de examinarse con lupa la letra pequeña.
Cada día parece más evidente que el objetivo de lograr avances encaminados a alcanzar mayores dosis de competencia y autonomía pasan por el diálogo bilateral que mantendrá el Gobierno central con la Generalitat. La independencia no puede seguir siendo la prioridad de una región puntera que ha abandonado las necesidades reales de su sociedad, disfrazando sus carencias con lazos amarillos y gastando dinero público a mansalva en pos de una quimera que lo único que genera es mayor de frustración. Aún así no cejarán en su empeño.
Con respecto a los posibles pactos que puede deparar la ajustada victoria del PSC, el panorama para salir del bloqueo y conformar un Ejecutivo plantea dos opciones: o el vencedor de los comicios, Salvador Illa, logra un Govern de izquierdas tras convencer a ERC y a los Comunes para que le den su apoyo y pueda superar la investidura después del 12 de marzo, algo a día de hoy que parece una utopía; o serán los republicanos de Junqueras, liderados por Pere Aragonès, con Junts y la CUP, pese a sus vetos cruzados, los que se hagan con las riendas de la Generalitat. La incertidumbre de la noche electoral se ha ido aclarando, pero, si nadie es capaz de desbloquear la situación, el Parlament se podría disolver y se convocarían unas nuevas elecciones en el mes de julio. Las alianzas marcarán el camino y ERC y Junts harán lo imposible para que esa remota posibilidad termine por no plasmarse, aunque el camino no será fácil. 
La debacle de Ciudadanos y los pésimos resultados del PP son, junto a la fuerte irrupción de Vox, otras de las derivadas de los resultados. A los primeros les ha pasado como al pueblo de San Jorge con los corderos, casi se quedan sin ninguno, y los de Casado necesitan una catarsis para no acabar siendo devorados por el dragón.