Personajes con historia - Séneca (I)

El filósofo cordobés que llegó a gobernar Roma


Antonio Pérez Henares - 06/06/2022

Si algo no está en absoluto de moda, ni se pondrá, en estos tiempos mostrencos es el estoicismo. Vamos, que ni se sabe lo que es y aún se pasa menos por la cabeza el practicarlo. El hispano-romano cordobés Séneca, aunque el primero que enunció sus principios fuera el griego Zenón, fue a lo largo de los siglos el gran referente de esta doctrina filosófica que ha gozado de atención a lo largo de los siglos y se ha estudiado como uno de los grades referentes del pensamiento humano. Ahora ya saben que a los jóvenes en España ya ni ella ni ninguna, pues nuestros abducidos prebostes educativos han optado por abolir directamente la Filosofía y que desaparezca del Bachillerato. Estoicismo a ellos. Hasta ahí podíamos llegar. 

El estoicismo se define como una escuela de ética personal y con un principio práctico de gran utilidad: «no podemos controlar lo que sucede a nuestro alrededor, pero sí nuestro pensamiento y con ello nuestra emoción ante ello». O sea, mantener el control de hechos y pasiones que perturban nuestra vidas, afrontándolas desde la razón, valentía y dignidad personal y aceptar, basándose en la tolerancia, el autocontrol y la sabiduría en cada momento, tal y como se presente, sin dejarse dominar ni por el deseo del placer ni por el miedo al dolor. A ello añade que en el trato con los demás ha de ser justo y equitativo y, como colofón final, señala que «la virtud es el único bien» al que se debe aspirar siempre.

Aunque quizás y más allá de todo esto, la gran lección de este pensamiento, algo que hoy ha caído tan en desuso que hasta viene a proclamarse que la "virtud política" es exactamente lo contrario, es que lo esencial y definitorio no es lo que uno dice , sino cómo uno se comporta. Y ya me contarán cómo anda eso ahora y aquí. Bueno, y entonces también, pues al propio Séneca se le reprochó, y con razón, que una cosa era lo que predicaba y otra muy distinta lo que hacía. 

El pensador es recordado como político, por su capacidad oratoria y obra escrita de carácter moral.El pensador es recordado como político, por su capacidad oratoria y obra escrita de carácter moral.Lucio Anneo Séneca nació en la Córdoba romana en el cuatro antes de Cristo. Fue hijo de un importante caballero, Marco Anneo Séneca, que ya había dado a conocer su apellido en el Foro y gozaba de gran prestigio en Roma. La gens hispana comenzaba a destacar y a ser un elemento de peso y creciente en el Imperio. Su madre era también de la Bética, Helvia de nombre, de familia patricia también, y natural Urgavo, la actual Arjona (Jaén), en donde, cosas de la vida, vino a nacer, aunque mucho después, el precursor y maestro de la actual novela histórica española, Juan Eslava Galán. 

 Muy joven marchó a Roma. Allí vivió bajo la protección de una tía suya, Marcia, y comenzó sus estudios de retórica, gramática y filosofía, destacando prontamente entre los alumnos del filósofo Atalo, que lo introdujo en el estoicismo. El marido de su tía fue nombrado por el emperador Tiberio gobernador de Egipto y el joven Lucio, con 12 años, lo acompañó a Alejandría, impregnándose allí de nuevos saberes, pues amén de estudiar administración y finanzas, se apasionó y por la geografía y las ciencias naturales, no solo de aquel país, sino de todo el mundo romano y hasta de la lejana India. El influjo de las corrientes místicas orientales le atrajeron de inicio, así como el culto a la diosa Isis, pero al poco retornó y esta vez ya sólidamente al estoicismo al que permaneció fiel de por vida.

 Volvió a Roma cumplidos ya los 24 años y consiguió el nombramiento de cuestor, destacando de inmediato como orador y, al ser conocido, como escritor. Su mala salud, que le persiguió siempre, era asmático, y también su propio desinterés por ello, lo apartó de la carrera militar, algo común entre los hijos de las nobles familias romanas.

Estatua en Córdoba, situada junto a la Puerta de Almodóvar.Estatua en Córdoba, situada junto a la Puerta de Almodóvar.En el Senado le fue muy bien durante todo el mandato de Tiberio, convirtiéndose en el más estimado orador de la aristocrática cámara, pero, a la postre, le granjeó la animadversión de su sucesor, nada menos que el atrabiliario y vesánico Calígula. Su vida pendió de un hilo y hasta parece ser, si se cree al historiador Dion Casio, que el emperador ordenó su ejecución, de la que por chiripa y por la intervención de una dama muy cercana al emperador, se libró. Su salvadora, quizás su hermana Agripina, con la que luego tanto tuvo que ver, arguyó que con su asma y aquejado encima de tuberculosis se moriría en nada y no merecía la pena matarlo. 

Séneca, sabiendo que en un parpadeo Calígula podía volver a cambiar de opinión y mandar degollarle, optó por desaparecer por completo de la vida pública, no fuera a ser que cualquier palabra suya desatara la furia homicida del emperador. A la muerte de este, asesinado por su propia guardia pretoriana, no le marcharon mejor las cosas a Lucio Anneo. Ocupado el trono por Claudio al poder, en el año 41, y vuelto Séneca al Senado, le cayó otra nueva sentencia de muerte, por fortuna conmutada por un destierro a Córcega. Le acusaron de adulterio, nada menos que con otra de las hermanas de Calígula, Julia Livila, algo que no se creyó nadie en toda Roma, que sabía quien era la inductora y la causa real de su condena. El Senado, con Séneca de nuevo como voz destacada del mismo, se había opuesto a la entronización de Claudio y la esposa de este, Mesalina, que era de cuidado, lo consideraba un peligro para su marido y para ella aún más. Le salvó de nuevo la campana in extremis. Se le conmuto la pena por la de destierro en la isla de Córcega. En los ocho años que pasó allí se dedicó a escribir y dejó para la posteridad su Consolación a Helvia, su madre, tras el fallecimiento de su padre Marco. Una obra esencial de comportamiento estoico ante la adversidad y la muerte.

Las mujeres de su vida

No parece en absoluto haber sido Séneca un mujeriego, pero su suerte estuvo de continuo en manos de mujeres. Mesalina acabó a la postre víctima de sí misma y sus infidelidades continuas a Claudio. Se prendó del cónsul Cayo Silio, se casó furtivamente con él, cometiendo bigamia, y quiso hacerlo emperador, para lo cual se dispuso a darle capote con veneno al viejo Claudio. Descubiertos, fueron condenados a muerte y se les permitió (la ley romana lo indicaba así para las gentes de su condición) que se la dieran ellos. Lo hizo el cónsul, pero Mesalina, aunque lo intentó, no se llegó ni a pinchar, por lo que el centurión encargado de comprobarlo la degolló.

Con la siguiente mujer de Claudio, Agripina, aunque este había dicho que lo mataran si volvía a intentar casarse de nuevo, y mejor hubiera sido a tenor de lo que le pasó después, ya que esta terminó por envenenarlo, a Séneca le fue mucho mejor. De inicio, y por deseo suyo, Claudio le levantó el destierro. Se le rehabilitó, fue llamado a Roma y se le nombro pretor de la ciudad. Y en el año 51, algo aún más trascendental. Fue tutor del hijo de Agripina, conocida como la Menor para ser diferenciada de su madre, Agripina la Mayor, esposa del noble y querido general Germánico, destinado a ocupar el trono imperial y a quien por celos el emperador Tiberio ordenó envenenar. El niño se llamaba Lucio Domicio Enobarbo, o sea, Nerón para que sepamos claramente de quien estamos hablando.

Agripina, que al igual que su hermana Julia Livila, la del falso adulterio de Séneca, había mantenido relaciones incestuosas con Calígula, no tuvo otra meta desde que llegó al palacio imperial que convertir a su hijo en Emperador. Pero, para ello, existía un problema. Estaba por delante Británico, hijo de Claudio y Mesalina. Agripina lo arregló convenciendo a Claudio de que en realidad no era hijo de él, sino fruto de una de las infidelidades de su antecesora. Conclusión: Británico fue apartado y Nerón aceptado por Claudio como su sucesor. Un plato de setas, donde le mezcló venenosas con comestibles, acabó con el estorbo final, Claudio, y consiguió para su Nerón el trono imperial, aunque el día de su nacimiento, su propio padre, el cónsul Cneo Domicio Enobarbo, exclamó que de la unión de Agripina y él «solo podía nacer un monstruo» y un astrólogo caldeo, además, había advertido a su madre: «será rey, pero matará a su madre». A lo que ella replicó: «pero reinará».

Agripina protegió y apoyó a Séneca. Y lo hizo por una muy buena e inteligente razón y quizás con la esperanza de que, si este lograba inculcarle al niño una mejor y más humana disposición, tal vez no la matara a ella. Cuenta el historiador Tácito que la hija de Germánico comprendió que la fama y el prestigio de Séneca serían muy beneficiosos para la imagen de la familia imperial, que estaba por los suelos por su comportamiento, el de sus mujeres y hermanas, que más parecía su residencia un prostíbulo y sus actos los de asesinos en serie. Séneca le tendría mucho que agradecer.

A ella sí, pero a Claudio no le perdonó ni después de muerto, por cómo se las había hecho pasar. En su obra satírica titulada Calabacificación del divino Claudio se burló de él y lo hizo acabar como un simple y oscuro burócrata del Hades romano.

Un gobierno justo

Séneca actuó de preceptor de Nerón ya en vida del viejo emperador, y pareció que sus enseñanzas calaban en el chico. Prosiguió también a su lado y con creciente influencia cuando a los 16 años Nerón fue nombrado emperador y él se convirtió en su principal consejero político y en una especie de ministro plenipotenciario junto a un austero militar, Sexto Afranio Burro. De hecho, aquellos años, ocho en total, ambos se convirtieron en los gobernantes  de todo el imperio romano. Un período luego añorado y valorado como pocos en la historia de Roma, quizás también por lo que vendría después. Trajano, describió aquel tiempo como «el mejor y más justo gobierno de toda la época imperial». Y así pareció ser. Rebajaron impuestos, combatieron la corrupción, pacificaron con una exitosa campaña militar las fronteras armenias e incluso enviaron una expedición en busca de las fuentes del Nilo, alentada por el interés geográfico del cordobés y su primera juventud en Egipto.