Un programa de Iker Jiménez sobre los youtubers me reafirma en mi idea: tenemos un Estado demasiado grande.
En dicho programa aparece la polémica sobre los youtubers que se van a Andorra para pagar menos impuestos, pero no lo hacen porque son insolidarios con un Estado que los necesita, sino porque han visto cómo hemos ido creando un estado de añadidos, que produce unos gastos excesivos sobre el contribuyente. Es la albarda de la doctrina de Keynes, que de tanto cargarla revienta al burro.
Fue un ejemplo el Plan E de Zapatero, donde para paliar el paro galopante se sacaban obras a concurso cuyo cartel anunciador costaba más que las obras. 
El estado ha de existir, pero no puede matar moscas a cañonazos. ¿Por qué se ha creado el Ministerio de La Transparencia? Porque en los contratos estatales se producen robos. Y su origen son los tratos de favor, no al del pueblo, al paisano, sino al que ofrece viajes en yate, pisos… o, puertas giratorias. No es necesario un ‘ministerio de no robar’.
Y de ese estado están hartos los youtubers. En Internet soy seguidor del Cabrero de Torre de San Miguel, que montó su canal con vídeos que rueda con la mano izquierda mientras emplea la derecha en conducir el Dumper o la volqueta Catalina. Y el youtuber lo expresa con claridad, hacen falta normas en su explotación ganadera, pero no ¡tantas!
Muchas son inútiles, todos los ganaderos saben que el redileo produce beneficioso estiércol en el aprisco que se usa de abono, y que las cabras son buen remedio para limpiar los montes y así evitar incendios, no son necesarias las obligatorias circulares. Y que la abundancia de alguna especie causa problemas de infecciones al ganado, tuberculosis a las vacas, y eso da pie a que se produzcan los ruinosos saneamientos, pero no se ponen vacunas a los transmisores animales que lo causan.
Carlos III ideó los veedores para controlar el mercado de abastos, después fueron necesarios sobreveedores que los controlaran y ya Franco tuvo que crear la Comisaría de Abastecimientos. Todo aumenta. Hemos producido un Estado fuera de madre, al que mantenerlo en tiempos de crisis nos asfixia. 
Redimensionar el Estado, por el Estado, es labor de pandemia.