Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Concordia

18/06/2020

No se entendería que la pandemia, brutal, sólo hubiera quebrado un paradigma, el de la salud, y no relativizara a su vez otros estándares, incluidos los de la política. Va a dejar de tener sentido, en efecto, la controversia como objetivo primario y su más excelsa definición, la mecánica filibustera del parlamentarismo más anticuado. La pelea ya no puede ser el único procedimiento ni la bronca el único lenguaje. La gente está sufriendo y ése es el único lenguaje posible.

La mecánica dialéctica tiene tres formulaciones, la tesis, su antítesis, y la síntesis. Pero ante ésta, la política “precovid” hace mutis por el foro. Es tan gordo, sin embargo, el desbarajuste, que ahora ya no vale salir corriendo cuando hay que firmar. A los políticos se les va a pedir resultados y el primero, la concordia. Obras son amores.

Ayer, Castilla y León fue el escenario de un símbolo. La renuncia a los propios apriorismos en beneficio del conjunto. Esta vocación precursora podría crear escuela. No sólo sería un éxito de Mañueco, Igea o Tudanca. Lo sería, en realidad, de una forma de ver las cosas que prima la decencia de hablar frente a la azarosa tendencia a la bronca.

Visto lo visto, por ejemplo, en Madrid, no hay color respecto de lo ocurrido aquí: allí, su gobierno parece una banda de adolescentes peleando para ver quién es más chachi. Aquí, en tierras acostumbradas al  velo, llevamos el luto de otra manera.

Las familias educadas y consecuentes, ante la adversidad, buscan consensos. Las más primarias, aprovechan para pelear. Ayer pudimos sentirnos orgullosos de que la familia política de Castilla y León sea de las primeras: el gran acuerdo firmado en la Asunción marca distancias respecto de otros escenarios más adversos y menos modernos. El valor de la palabra.