Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


A-tormentados          

26/06/2021

Pasa y no digas nada. Así lo haré, buen hombre. Deja ahí el paraguas y siéntate. Silencio. Nos inunda un relampagueo centelleante, con tintineo de coro que tan pronto parecen palmas al unísono como pasos que se alejan. Ha separado el visillo de la ventana que da al patio. Las tinajas de adorno son ahora jardineras que absorben otras savias. Hay melodía, mientras los pájaros esconden sus alas entre la enredadera. Mira, pero su vista no deja apreciar dónde está su iris y su arco de flecha. Son las huellas de las presbicias o de las cataratas enmascaradas y que ahora zigzaguean hacia el desagüe. Tal vez  quieran ser una señal: o es que la nitidez es otra cosa y con estampas como éstas se descubren los lienzos de la vida vivida. Un retrato por definir, pienso para mis adentros. Y junto al rosal, un escabechado de pétalos que se van al furor de una ráfaga de viento. Levantan vuelo como sonetos escondidos en bargueño y se evaporan tras la remozada pared de tapial. Son como un breve torbellino que entrelazan manos que se curan ya de pura vejez. Me parece que a este lado del cristal también se humedecen las semblanzas. Algo así como lágrimas escatimadas que se tamizan al rodar por las arrugas de la cara y que se precipitan desde una nariz que ahora es trampolín de tardes de otro ayer, tan lejano como presente en la memoria. Hay buqué de crianzas en la quietud, al compás de cinco truenos, un desvelo de corte de luz y una puerta en el pasillo a medio cerrar que mueve el pestillo como el mejor director de orquesta. Así, arrastra un paso el sillón y amaga con liberar la estela que nos separa del exterior, otro mundo que sigue estando en éste, pero se arrepiente. Quizá no sea el momento de atraer duendes ni agitar aguas de molinos pasados. Todo lleva su tempo, su quehacer. Lo que ya fue tiene un presente diferente. En todo el bagaje hay magia sin duende, pero la naturaleza establece comunión de andanzas.  Y así, por un instante fugaz, sus ojos van hacia el remoto huerto del fondo, donde las plantas de patata no buscarán riego ni mimos de viejo en las próximas horas. Por un momento pensé que saldría a mojarse, buscando otros bautismos o perdones de pecados que desconozco. Había paz. Tanta que atormentaba. Sea.