Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Humanismo de bar    

23/10/2021

La normalidad se ha instalado como llega el tabardo en Palencia, de repente. El tira y afloja de los aforos y las distancias se antojaba perpetuo, no sé si por el bien de la salud o, ya, por el tedio de la costumbre. Pero los titulares de los rotativos de una de las regiones más asediadas por la sinrazón de ciertas medidas restrictivas recitaron al unísono y de improviso el verso titular de la libertad, y la deshumanización de las barras de bar a la que habíamos asistido tocaba a su fin. Y va tocando, a medida que los parroquianos recuperan sus hábitos de consumo y de parranda y se sacuden los últimos coletazos del miedo, que se había instalado en nuestros tálamos como una sanguijuela.
Que algo o alguien nos prive de tomar una caña con el codo apoyado afilando la húmeda en la conversación con el camarero debiera ser constitutivo de deshonroso delito y juzgado por lo civil, por lo penal, por lo celestial y por lo infernal.
La labor que los barmans han desarrollado a lo largo de la historia trasciende el servicio con creces y puede englobar cientos de profesiones reconocidas con títulos universitarios, becas con final cum laude y reconocimiento y trato de don.
Fieles confesores de oscuros pecados, avezados asesores de mil y una disciplinas en más de mil y una noches… desde la económica hasta la matrimonial, pasando por toda la escala de grises… psicólogos de incipientes trastornos y psiquiatras de agudas patologías, tratamiento mediante… impenitentes terapeutas oyentes de improvisados discursos, interminables sermones y peroratas de niveles astronómicos al amor del noveno cubata del paisano…
Suplen y resuelven con maestría de titular cualquier desaguisado en el terreno de juego hostelero… y humanizan la taberna desde que el primero sirvió un brebaje a cambio de un precio.
Sí, a esos profesionales les debemos gratitud, respeto y admiración. Sin miramientos ni escándalos. Vale con la consideración de saber loable su trabajo, de ser conscientes de que nos procuran ocio y celebración con su esfuerzo cuando la mayoría disfrutamos de nuestro ocio. Y de que en las entretelas del servicio, que es lo bonito, se esconden tantas o más horas de tareas ingratas para que todo esté a nuestro gusto.
Y algunos parias se atreven a vociferar que un cubalibre es caro… cuando el tratamiento va incluido en el precio.

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