Jose Luis Ibarlucea

Jose Luis Ibarlucea


La autoridad

26/09/2022

Después de la Segunda Guerra mundial, se llegó a la conclusión que el exceso de autoritarismo (nacionalsocialismo y estalinismo), había tenido como consecuencia la, casi, destrucción de Europa. Por eso se pensó que el concepto de autoridad debía ser debilitado. No se debía tomar tan en serio, había que ser condescendientes con la inconsciencia de la juventud y ver a la sociedad como responsable de malcriar a sus miembros. Posteriormente el Mayo del 68, llevado a cabo por jóvenes burgueses de clase alta, proclama aquello de: ¡Prohibido prohibir! Que atacaba directamente a todo lo que fuese autoridad. En 1975 Michel Foucault publica un ensayo que titula: Vigilar y castigar, en él mantiene la tesis de que "las estructuras del poder" tienen como función reprimir a la sociedad; para ello, crean sutiles formas de sometimiento con el fin de perpetuar los privilegios de las clases sociales acomodadas. Una de estas formas de sometimiento es la educación. Todo esto parece apuntar a la autoridad como poder político; pero desde este ámbito se extendió a la educación y ha sido catastrófico. En el diccionario de la RAE en su tercera acepción de autoridad dice: "Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su cualidad o competencia en cualquier materia". Es decir, hace referencia a otro tipo de autoridad, que es la del maestro que te ayuda a crecer como persona y en conocimientos. Pero el progresismo ha intentado siempre que se viera al maestro como un representante del poder político, y si se quería alcanzar la dignidad y libertad había que abatir al maestro-profesor. Así se ha perdido el respeto y la confianza hacia él, que eran tan necesarios para que la enseñanza fuera posible. Muchos docentes han hecho suyas muchas ideas que ya pululaban en Mayo del 68: no suspender a los alumnos para no discriminarlos, no poner notas para no atentar contra la igualdad y no ser racistas… El resultado ha sido, ni crecimiento personal ni conocimientos, sino nueva ideología y nuevo adoctrinamiento. Hemos vuelto a lo que queríamos evitar. Contradiciendo a Foucault, sus reformas educativas no evitaron el binomio pobres y ricos, y esto, ha hecho que el látigo siga en las mismas manos.