Toyi Marcos Sosa

Desde mi ventana

Toyi Marcos Sosa


Contradicciones

11/09/2022

Por un lado se amplía la Ley del Aborto y, por el otro, se quejan de que no nacen niños. Tan es así que algunas autoridades y población están preocupadas. Delicado tema para que en este viejo país se salve y corretee una nueva generación. La Ley no protege sus derechos. Parece comportarse como una secta que anima a las menores a desafiar a sus progenitores en una sociedad avanzada que ya no se avergüenza de nada. Flaco respaldo ofrece el Ministerio de Igualdad. El desapego familiar induce a que todo el campo sea orégano y sola sufra las consecuencias cuando más necesita de ese  apoyo. La Ley, ¿informa sobre ese incipiente cuerpecito si se decide destruirlo? En época de tantos adelantos y tanto saben, lo que pasa anterior a procrear es lo más antiguo del mundo y hay que reconocer que concebir y abortar, pasado un tiempo y en soledad para muchas, supone algo que no han olvidado. Porque lo que crece dentro no es un tumor a extirpar, es una personita con vida.  La mujer que por lo que sea no quiera hacerse cargo de lo que no ha podido evitar, no ignora que existen asociaciones, medios de ayuda institucionales, personas dispuestas para la adopción…
Historias que a este respecto sufre la mujer hay millones. Recuerdo una vez que mi padre, en el pueblo, me mandó  a casa de la Trotona para que formara cuadrilla para  entresacar la remolacha. Solo como referencia, a cada una se le pagaba 13 pesetas por jornada -hoy, equivalente a 8 céntimos de euro. Un día, una de las chicas se desmayó en el tajo. El motor estaba en marcha y el agua de la noria corría por la regadera principal. La Trotona, mujer pequeñita y en apariencia anciana retrocedió en el surco y, a gritos, mandó al Gallo que trajera agua. El chico llegó corriendo llevando en su gorra parda, capada y sudada el agua que alivió a la chica. Todos olvidaron el botijo que tenían al lado. Yo estaba allí, tenía 14 años, ya no era una ingenua, pero aquello era tabú. No sé si la moza se fue o si se encerró a cal y canto con el desprecio familiar y del pueblo. Por suerte, la sociedad ya no es la misma y la vida sin culpa del más inocente, puede seguir latiendo sin esconderse.