La utilidad de ese universo paralelo que es Internet nadie la pone en duda. No tendría sentido hacerlo cuando todo lo real, lo proyectado y hasta lo imaginado cabe dentro y cuando es fuente de cambios sociales, culturales y relacionales. Tampoco cabe duda de que las redes sociales contribuyen a una comunicación fluida, favorecen las relaciones a distancia y mantienen unidos a los miembros de numerosas familias, grupos de amigos, empresas y colectivos de toda índole que, de otra forma, en estos tiempos de restricciones derivadas de la pandemia y la crisis sanitaria, apenas serían posibles.
Las videollamadas y la comunicación online han favorecido, y siguen haciéndolo, el contacto visual con los usuarios de residencias, psicogeriátricos y centros especiales y con los ingresados en hospitales. Hasta aquí estaremos de acuerdo en que las capacidades casi ilimitadas de las herramientas telemáticas para la transmisión de información y conocimientos, que se ha visto a diario en el caso de la educación tanto primaria, como secundaria y universitaria durante el confinamiento, es tremendamente positivo. También han demostrado su utilidad en los ámbitos del entretenimiento, la formación y de manera fundamental en el del teletrabajo. Casi cabría decir que, de no existir, habría que haber inventado esa colosal plataforma de contenidos y sus distintas derivaciones más o menos especializadas.
Lo que sucede, y ahí radican sus peligros, es que de la misma forma que Internet y las redes sociales son útiles, también son tóxicas o nocivas. Desde el acoso sexual a la pedofilia, pasando por las estafas, el racismo, el sexismo, la xenofobia, la violencia de género, los ataques a la intimidad, los insultos, las noticias falsas, las campañas difamatorias, los ataques informáticos, los juicios paralelos, las amenazas y chantajes, la promoción de la violencia, la extensión incontrolada de los juegos de azar, la intoxicación informativa o la conculcación de derechos humanos, casi todo lo negativo que quepa imaginar, tiene cabida y se traduce en millones de páginas al alcance de un simple click.
La lucha contra la toxicidad y la ciberdelincuencia es harto complicada y, aunque cada vez hay una mayor especialización dentro de las fuerzas del orden y entre los servidores de la Justicia, no siempre es posible llegar al origen y menos aún eliminarlo. Por eso toca aprovechar una de las pocas herramientas que los ciudadanos tenemos al alcance de la mano y que no es otra que la lectura, por supuesto comprensiva y crítica, que nos abra los ojos a los engaños, nos ayude a buscar y elegir los contenidos más adecuados, nos ponga en guardia contra la rumorología y la falsedad y nos deje aprovechar lo útil frente a la mera pérdida de tiempo. El 23 de abril, Día del Libro, es un buen momento para empezar o para retomar este hábito saludable.
En Palencia se ofrecen descuentos, se sortean Coplas de Jorge Manrique y se regalan panes conmemorativos de una fiesta muy especial.