Toyi Marcos Sosa

Desde mi ventana

Toyi Marcos Sosa


Sostenella y no enmendalla

19/03/2023

Lo que sucede en el terreno político nadie sabe con qué realidad compararlo. Por un lado, es como si estuviésemos vigilados constantemente por el 'Gran Hermano'. Todo son advertencias. Mandan en exceso y a este ritmo impondrán el derecho a regular todos los aspectos de nuestras vidas. Y no es impresión. Si esto no cambia, es el comienzo del poder total. Móviles, GPS y cámaras siguen nuestros pasos. Menos mal que, de momento, vía moviola pueden verse las intervenciones de aquellos que gobiernan a través de miles de pantallas que registran sus movimientos, expresiones faciales, palabras, etc. Los preceptos que hacen daño los defienden. Las empresas se enfadan, los precios no paran de subir, el Gobierno de coalición tensiona el Congreso, se desprecian, llegan casi al insulto. El poder y la 'pela' son nexos para soportarse y resistir, mientras la ciudadanía sufre las consecuencias de un presente aciago que va camino de un futuro incierto. Y en tanto, espera a que llegue un gobernante para todos, que sepa que lo peliagudo de liderar es guiar y motivar del mejor modo posible para que sus subordinados no se le suban a la chepa. La violencia de género aumenta y algunas lideresas de vocabulario agresivo y soez avergüenzan a muchas mujeres que no pueden sentirse representadas. Hoy, gobernar no es aplaudirse a sí mismos/as ni exhibir  un 'look' diario como quien está de fiesta.    
Luego están ese montón de privilegiados de todo tiempo y lugar que hunden sus garras en el dinero de todos. No hay pudor. Se ha generalizado tanto que con todo descaro inventan un lenguaje que haga imposible que la gente crea que están realizando actos sancionables. Deberían resarcir lo que se han llevado, incluso con sus patrimonios familiares. Irrita que un día sí y otro también el dinero público vuele por miles de autopistas aéreas o terrestres hasta los más sofisticados destinos. Rebajen ambiciones, coches oficiales, derriben chiringuitos, tributen por todos sus emolumentos sin franquicias. Si es cierto que existen tales, deberían suprimirse y equipararse al resto de ciudadanos. ¿O, no?  Y es que  donde menos se espera, salta la liebre.