José María Ruiz Ortega

Estampas rurales

José María Ruiz Ortega


Despedimos agosto

27/08/2022

Despedimos agosto, con la celebración de fiestas patronales capitalinas honrando a San Antolín, con el alivio de noches fresquitas, más de nuestro clima, aderezadas por la influencia del relente viento del norte. Un mes esencialmente de vacaciones, de playas y piscinas, de viajes y de estancias en los pueblos, que nos ha reportado asfixiantes olas de calor, de sequía extrema e incendios incontrolados. Seguramente los palentinos somos los que con mayor alegría recibimos al mes de septiembre, porque los políticos no quieren hablar de volver a una normalidad que supone encontrarse con la desequilibrada realidad. No quiero parecer un aguafiestas recordando el final de un agosto negativo en lo político y en lo económico, con la escalada imparable de la inflación.
Agosto ha sido una canícula festiva, reflejada en fiestas patronales y tradicionales de los pueblos, llenos de gente y ganas de disfrutar tras una pandemia, que de vez en cuando nos recuerda que sigue activa. Un estío bullicioso que aceleramos al celebrar San Antolín con un programa festivo repleto de actos para todos los gustos y públicos, por muy exigentes que sean y que ya se prevé bullicioso. Una amplia planificación musical y los aficionados taurinos, expectantes con el deleite de unos carteles bastante completos que durante unos días va a revolucionar el sosegado y vacío agosto capitalino. Homenaje a Marcos de Celis, los que recordamos su toreo, tantas tardes en la vieja plaza de los Juzgados. 
Con los tres pregones: el del Casino, el literario y el popular queda abierto el pórtico de un repleto proyecto festivo. Ahora toca deleitarse, mirar con el rabillo del ojo lo negativo, parchear esas ruedas del tiempo con nuevo aire para que sigan girando hacia un nuevo curso de vida. Igual que hacen los agricultores y ganaderos, que tras una pobre cosecha piensan ya en una nueva sementera, en un nuevo año agrícola lleno de incertidumbre. Pendientes de la política europea que tienen que acatar, donde deciden los que no conocen el campo, con la vista hacia el cielo y los embalses vacíos para remate de los cultivos de regadío de un agosto seco.