Fernando Martín Aduriz

Dirección única

Fernando Martín Aduriz


Trauma

06/08/2020

El acontecimiento traumático episódico constituye una travesía estruendosa. Se atraviesa en un fugaz instante la fantasía inconsciente más potente de un sujeto, generando una detención, una fijación duradera. Lo inesperado de ese sorpresivo acontecimiento le da ese perfume de imagen reina en la vida de una persona. De ahí que todo lo que rodea, lo que envuelve al momento en que sucede, puede evocarse con insistencia malsana, impacto soñado en la noche a repetición, y más tarde causa de insomnio, evitando así revivirlo.
Trauma quiere decir herida. Miguel Hernández escribió su poema de las tres heridas con que llegamos al mundo, la de la vida, la del amor, la de la muerte. No hay pues trauma sólo tras un accidente o una convulsión psicológica, sino que tarde o temprano el niño se topa con lo que deja herida: el desamparo, la soledad. Cuando el niño percibe la extrañeza de un rostro desconocido, cuando se siente solo, cuando se encuentra en la noche e imagina peligros, toca ese fugaz momento traumático cuyas consecuencias se declinarán de una manera diferente para cada uno y sentarán lo esencial de la fragilidad o fortaleza de cada uno, sus mecanismos defensivos, sus inventos para suturar heridas, fieles compañeras de vida.
La deslumbrante llegada de la herida, del trauma, a la historia subjetiva, impide ver que esa reunión de cada sujeto con el lenguaje, con la sexualidad, con la angustia, lejos de ser exclusiva es universal, y su rechazo, su negación o su olvido no anulan los efectos que produce en cada mínimo acto de nuestra vida, por pequeño que sea. Lleva la marca de la singularidad diferencial del síntoma y los modos fantasmáticos e inconscientes de goce.
Si la noción de trauma fue mal divulgada en la literatura psicológica, o negada o rebajada, fue en tanto ardid que psicólogos positivistas, entrenadores emocionales y otros negacionistas encontraron para superar sus propios desamparos y hacer de la psicología una positiva fiesta permanente de elogio del ego, alejada de las verdades de la fragilidad del ser que habla, y por tanto miente. Del ser que ama, y por tanto sufre.