Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Un personaje de Dueñas

15/10/2020

Sobre Antonio Monedero escribió aquel jesuita, académico de la Institución Tello Téllez, Manuel Revuelta González, en el prólogo al libro titulado Siete años de propaganda, Crónicas de Juan Hidalgo, cumplidas y exactas palabras que describen la personalidad y valía del palentino de Dueñas que nació en 1872 y falleció en 1940. Por eso voy a transferir la especialísima y atinada visión que de él tenía el padre Revuelta. Así conoceremos un poco a este personaje, paisano nuestro, que supo buscar a los necesitados de justicia, y se la procuró de modo totalmente altruista, sacrificando su tiempo como hubiera hecho un apóstol religioso que se preciara de serlo. 
Comienzo a transcribir fielmente el texto del prólogo que le dedica y aparece en el libro  editado en el año 2003: «Fue el gran impulsor del sindicalismo católico agrario en la España del siglo XX. Era un hombre de campo. Labrador y ganadero. Poseía una fábrica de harinas y una turbina para luz eléctrica. Era doctor en Derecho por la Universidad de Valladolid. El campo, la industria y la cultura se daban cita en aquel palentino de Dueñas». Nadie mejor para acercarnos al personaje que el nunca olvidado padre Revuelta, inteligente y sencillo, cercano, dispuesto a compartir su elevado pensamiento y su saber con quienes solicitábamos su ayuda impagable. Leemos que «sin embargo el título que dará nombre y, carácter a Antonio Monedero será el de propagandista de los sindicatos católicos en el campo español. A esta vocación tardía le dedicó nada menos que los treinta últimos años de su vida».
Puso en marcha y dirigió centenares de sindicatos. Organizó federaciones de los mismos y fue director de la Confederación Nacional Católico-Agraria (CNCA). Se opuso al caciquismo imperante de la época que esclavizaba a la clase trabajadora, inmersa en la miseria aún afanando de sol a sol. Realizó innumerables viajes para animar a afiliarse y luchar por ese bien común tan anhelado. En las Cajas Agrarias ingresaban sus ahorros los trabajadores. Ya no dependían de los caciques, ese dinero se prestaba para comprar semillas. Los productos se vendían y era fuente de sustento para los labradores pequeños. Una vida digna de un palentino que no debe ser olvidado.