Fernando Martín Aduriz

Dirección única

Fernando Martín Aduriz


Desasir

02/07/2020


Desprender y soltar son los transitivos verbos sinónimos de desasir, usados para acotar este concepto, valiosísimo en psicología y psicoanálisis. Habla de una doble operación: ayudar a que un sujeto logre soltar lo que tiene que soltar, se desprenda de aquello que lo hace sufrir; pero a la vez, desasir se toma como lo que no hay que hacer con alguien en dificultades, dejarlo caer, desasirlo.
Ahí entra también el término nudo. La topología de Jacques Lacan muestra la importancia didáctica de comprender los anudamientos y los desanudamientos de las tres dimensiones que comportan eso, tan persistente como ilusión, que es la realidad: la dimensión simbólica, la real y la imaginaria. Cuando alguien se desanuda, ese desasir indica que una de esas tres dimensiones pierde valor en detrimento de las otras dos, y el sujeto anda por la vida muy bien desorientado. Por ejemplo imaginándose cosas que no tienen consistencia simbólica.
Si asir supone apoyo sostenido, como el que precisan los bebés de sus madres, o los ancianos de sus hijos, desasirse es lo que intentan los rebeldes adolescentes (éche o que hai), que se esfuerzan en ese desasirse, para ser ellos mismos (como les ofrecen desde cierta psicología, despistada). Son los adolescentes quienes más necesitan que sus padres y su psicólogo impidan su desasirse. Pero no sin animar sus desidentificaciones, pirueta siempre delicada.
Por otro lado, desasirse del Otro, en las separaciones conyugales en que el partenaire ha funcionado como Otro con mayúsculas, supone relanzar el propio deseo, dejando de reducirlo a satisfacer las demandas amorosas (y las quejas y reproches).
En la gran caída que es la locura, impedir el desasirse del sujeto psicótico conlleva acompañarle en sus jeroglíficos, en su desasimiento del Otro (social, familiar, laboral) para lograr dar con un nuevo Otro inventado.
Finalmente, para dejar de sufrir, tarde o temprano es preciso desasirse también de malas compañías, de amigos que no eran tales. Miguel Delibes, en La sombra del ciprés es alargada, usó como exordio un proverbio árabe: «Un amigo hace sufrir tanto como un enemigo».