Antonio Álamo

Antonio Álamo


Sonrisas

20/01/2022

Circula estos días por Internet un breve vídeo de un conocidísimo líder político europeo, cuya popularidad está acrecentándose a la misma velocidad a la que se descubren las fiestas privadas que durante el confinamiento organizaba en estamentos oficiales. En la escena aparece bailando sobre el suelo ajedrezado de lo que parece ser una discoteca londinense. Él lleva una copa en la mano derecha y se mueve sobre la pista como si fuera un peón en el tablero… de casilla en casilla y haciendo equilibrios para no caerse. Su pareja es la presidenta de la Asamblea de Londres y también se mueve al son de la música pero blandiendo una espada láser de color azul, como si estuviera entrenándose para acabar con Darth Vader.
El vídeo tiene bastante antigüedad -fue realizado cuando Boris Johnson, de él se trata, era alcalde- pero se filtra ahora, quizá con la pretensión de desgastar más si cabe su imagen, muy deteriorada tanto por la gestión sanitaria de la epidemia del covid como por las negociaciones a lo bucanero con la Unión Europea tras la salida de su país del entramado comunitario. Su origen no se conoce todavía aunque, como ha ocurrido en otras ocasiones, se desvelará en algún momento pero hasta entonces nada impide imaginar que proceda de un territorio político cercano. No sería la primera vez. Ni la última.
Al margen de esa cuestión, es un excelente ejemplo que sirve para recordar que en la política, además de la gestión administrativa y social, la imagen desempeña también un papel digno de tener en cuenta. Y no solo eso, además sirve para dejar claro que el humor puede colarse por rendijas estrechas y derruir una proyección pública con la misma celeridad y eficacia con las que las termitas pulverizan una viga de madera. Por eso se ha censurado a menudo. Menospreciarlo, por lo demás, es desperdiciar un don por inconsistente que parezca. Y da pena porque este líder, protagonista de una escena que hubiera encajado en la película El Guateque, podría ser un maravilloso sucesor del malogrado Benny Hill –a la vista está en el vídeo- e incluso un respetado miembro del Club de los Zánganos, popularizado en las novelas por su compatriota Pelham G. Wodehouse. Los ciudadanos británicos deben estar encantados.