Elisa Docio Herrero

A vuela pluma

Elisa Docio Herrero


Educar en la honestidad     

13/12/2020

El debate sobre la educación de los niños siempre está abierto. Ya en el siglo XVII el filósofo y médico inglés John Locke enunció que cuando nacemos nuestra mente es tanquam tabula rasa, es decir, como una tabla en blanco y la experiencia de la vida va escribiendo en ella. Por ello preocupa tanto a los poderes fácticos perder el control de las blanditas mentes infantiles. Las religiones son la mejor expresión de esta intensa pretensión de manipular desde la más tierna infancia, por aquello de que lo que se aprende con babas no se olvida con barbas. El día 9 de diciembre se celebra cada año el Día Internacional del Laicismo y la Libertad de Conciencia. Cosa tan inofensiva y pulcra que buscar la concordia entre todos los seres humanos desata las iras de los prebostes de todas las religiones. Parece que hablar de laicismo es pecar en todos los credos. Pero el laicismo es muy fácil de comprender, no intenta justificar si hay o no dioses, ni atenta contra ningún credo, ni se opone ni juzga rituales o creencias, solo iguala a todas las personas en lo que nos es común, en lo que nos puede unir en convivencia pacífica en una comunidad regida por instituciones al servicio de todos los ciudadanos sin excepción. La libertad de conciencia, la igualdad de derechos, la búsqueda del bien común como única razón de Estado sin que medien intereses particulares y sectarios de ningún tipo. El laicismo no es ateo ni agnóstico ni antirreligioso, busca la emancipación de las conciencias. Por eso es imprescindible la separación total, radical y absoluta de los órganos que representan la soberanía popular de los privilegios, prerrogativas diferenciadoras, étnicas, nacionalistas o religiosas. Busca ciudadanos libres no manipulables, pero la libertad y el pensamiento crítico dan mucho miedo a quienes quieren mantener privilegios desigualadores.                        www.elisadocio.com